Enéada V, 9, 8 — O Intelecto e as Formas.

8. Si, pues, el pensamiento es pensamiento de algo interior, este objeto interior será una forma y la idea misma. ¿Qué es entonces la idea? Sin duda, una inteligencia y una sustancia intelectual; de modo que cada idea no es algo que difiera de la Inteligencia, sino que es una inteligencia. La Inteligencia total comprende, por tanto, todas las ideas, y cada una de éstas es a su vez cada una de las inteligencias. De igual manera, la ciencia total comprende todos los teoremas, y cada uno de éstos es una parte de la ciencia total, pero no una parte separada localmente de las otras, sino una parte que, en todo, tiene su fuerza particular. Esta Inteligencia está en sí misma y se posee a sí misma, eternamente saciada en su quietud. Si nos imaginásemos la Inteligencia como anterior al ser, tendríamos que decir que realiza y engendra los seres con su acción y su pensamiento. Pero puesto que, necesariamente, hemos de imaginarnos al ser como anterior a la Inteligencia, tendremos que admitir también que los seres se encuentran en el pensamiento y que el acto y el pensamiento están tan cerca de los seres como lo está el acto del fuego del fuego mismo, a fin de que, en el interior de sí mismos, tengan a su lado a la Inteligencia como su acto propio. Pero el ser es igualmente un acto. Por tanto, el acto de la Inteligencia y el acto del ser son un acto único, y mejor aun la Inteligencia y el ser son una y la misma cosa.

Así, pues, el ser y la Inteligencia son una naturaleza única; por lo cual lo son también no sólo los seres sino el acto del ser y la Inteligencia. En tal sentido, los pensamientos, la idea, la forma del ser y su acto constituyen asimismo una naturaleza única, porque, ciertamente, somos nosotros los que los Imaginamos separados y colocados los unos delante de los otros. Una cosa es, por tanto, la inteligencia que divide y otra muy distinta la Inteligencia indivisible, que no divide el ser ni los seres todos.