13. ¿De dónde proviene entonces esa su extensión a todo el cielo y a todos los animales? Aclaremos que la extensión no se da. Porque la sensación, por la cual nos vemos inclinados a dudar de lo que decimos, nos hace ver la vida aquí y allá; la razón, en cambio, nos indica que se da en tal o cual lugar, pero sin extenderse a él, e, igualmente, que todo lo que se extiende por el espacio participa de un ser carente de dimensiones. Si una cosa participa de algo, evidentemente no participará de sí mismo; pues no es posible esa participación si ya se es sí mismo. Conviene, por tanto, que si el cuerpo participa de algo, no participe de un cuerpo, dado que ya lo posee. Un cuerpo no participa, en efecto, de un cuerpo, lo mismo que una magnitud no podrá participar de una magnitud, puesto que ya la posee. Y aunque esa magnitud tome mayores proporciones, no hay lugar para afirmar que la magnitud primera participa sin más de la magnitud. Dos codos no se convierten desde luego en tres codos; es realmente el sujeto el que pasa de una dimensión a otra dimensión. Así, pues, sí el ser sembrado y dispuesto en el espacio participa de un ser de diferente género, y en general puede decirse esto de todo ser, convendrá que el ser en el cual participa no aparezca dividido, ni con extensión, ni verdaderamente con cantidad alguna. Esto es, si está presente, lo estará por entero en todas partes, pero no será indivisible por tratarse de una cosa pequeña, ya que una cosa pequeña no es menos divisible que las demás, y, por otra parte, no podría conformarse a todo el cuerpo ni concordar con él, caso de que éste aumentase. No ocurrirá aquí como con el punto, puesto que el volumen del cuerpo no es un punto, sino que más bien contiene una infinidad de ellos. Si se le considerase lo mismo que el punto, encerraría en verdad un número indefinido de puntos y ya no sería algo continuo; de modo que no podría conformarse al cuerpo. Por tanto, si la masa corporal entera posee este ser en su totalidad, lo poseerá también según la totalidad de sí misma.