Enéada VI, 4, 14 — A mesma alma basta a todos os viventes

14. Mas, si en todas partes se da la misma alma, ¿cómo es que cada cuerpo tiene su alma propia: ¿Y cómo es posible que existan almas buenas y almas malas? Una misma alma es suficiente para todos los cuerpos, dado que contiene a todas las almas y a todas las inteligencias. Pero ello es debido a que se trata de un alma única e infinita en la que se dan todas las cosas. Y aunque se establezca una distinción entre las almas, esto no equivale en modo alguno a una separación. ¿Cómo, pues, comprender la infinitud de esta alma? Dícese que es infinita porque contiene a la vez todas las cosas, toda vida, toda alma y toda inteligencia. Y es una precisamente porque no está separada de las demás almas por límite alguno. No corresponde al alma única poseer una sola vida, sino un número infinito de vidas; pero entendamos esta infinitud como única, por el hecho de que todas las almas se dan a la vez, pero no porque se agrupen en una sola; ya que lo que ocurre es que reciben su principio de una sola alma y permanecen justamente en ésa de la que reciben su principio, o aún mejor, no tienen principio alguno y fueron siempre como ahora son. Aquí no cabe hablar de generación, ni tampoco de división, pues el alma sólo parece divisible al ser que la recibe. En el alma la existencia se da desde hace largo tiempo y ya desde un principio. Todo lo que es engendrado se aproxima a ella, parece como que la toca e incluso que queda suspendido. Pero, ¿y en cuánto a nosotros? ¿Qué diremos de nosotros? ¿Somos, acaso, esa alma o lo que se aproxima a ella y es engendrado en el tiempo? Antes de nuestra generación nosotros nos encontrábamos en esta alma, unas veces como hombres y otras veces como dioses; éramos almas puras e inteligencias unidas a la totalidad del ser, partes, por tanto, de un mundo inteligible, ni separadas, ni cortadas, sino realmente pertenecientes a ese todo. Aún ahora no nos encontramos separados; a ese hombre inteligible que nosotros éramos se ha acercado otro hombre que desea existir y que nos ha encontrado. Porque no estábamos fuera del universo y de ahí que nos haya envuelto, uniéndose a ese hombre inteligible que era entonces cada uno de nosotros. (Nos ilustrará el sonido único y la palabra única que son escuchados y recibidos por el oído; es el oído el que se convierte entonces en oído en acto, poseedor del sonido que actúa por su presencia.) Nos hemos convertido ya así en un acoplamiento de dos hombres, y no somos ahora el ser único que éramos antes; en ocasiones somos el hombre que se ha añadido últimamente, cuando el hombre primero deja de actuar y, en cierto sentido, no está siquiera presente1.


  1. Plotino continúa y adapta a sn espiritualismo las tesis del Parménides. La presencia del ser -o mejor dicho, del alma- se explica muy bien por la comparación con el sonido; porque también el sonido -un sonido único- puede ser recibido por múltiples oídos. Sin embargo, el alma no se orienta en modo alguno al cuerpo, sino que es éste el que marcha hacia ella.