Enéada VI, 4, 15 — O corpo que se avança para o inteligível…

15. Mas, ¿cómo pudo surgir la aproximación del cuerpo al alma? Sin duda, porque hay en él una cierta disposición e hizo uso en este caso de la que estima más adecuada. El cuerpo se halla dispuesto de manera que pueda recibir un alma. Aunque ello no quiere decir que todo cuerpo deba recibir cualquiera de las almas presentes, que pueden no convenirle. Así, por ejemplo, los animales y las plantas toman del alma todo lo que les es posible tomar. E igualmente, un sonido acompañado de una cierta significación es acogido por unos como un sonido y una palabra, y por otros, en cambio, sólo como un sonido y un ruido. En el animal engendrado se da un alma que viene del ser y por la cual se refiere a la totalidad del ser; pero también se da en «él un cuerpo que no está vacío ni privado de alma. Ese cuerpo, antes del nacimiento, no radicaba en un lugar sin alma, pero, una vez nacido, y por su propia disposición, se ha acercado mucho más a ella. Asi, pudo convertirse no solamente en un cuerpo, sino mejor en un cuerpo vivo. En virtud de esta vecindad obtuvo como fruto una cierta huella del alma, no ciertamente una parte de ella, sino como una especie de calor o iluminación; ello explica la génesis de los deseos, de los placeres y de los sufrimientos.

El cuerpo, pues, no resulta algo extraño al animal engendrado. El alma que proviene de la mansión divina dispone de un carácter sereno que a ella misma pertenece; el cuerpo, en cambio, se ve turbado por la debilidad, es algo fluyente y recibe antes que nadie el choque de los ruidos exteriores. Luego, claro está, permite que los oiga la parte común al alma y al cuerpo y, ya por último, hace llegar la turbación al conjunto. Figurémonos, así, en una asamblea de ancianos del pueblo que están reunidos y deliberando en calma, la irrupción de una multitud desordenada que entra pidiendo alimento y acusando a toda la asamblea de los males que ella sufre. Si esa multitud conserva la calma y llega hasta ella la palabra de un hombre sensato, puede ocurrir entonces que se ordene y se modere, en cuyo caso ya su dueño no es lo peor. Pero si así no fuese, el dominio pasaría a manos del peor, en tanto el mejor guardaría silencio, porque una multitud turbada no podría recibir palabras elevadas; éste sería el verdadero mal de la ciudad y de la asamblea. Otro tanto decimos del mal de un hombre, que se deja dominar por la multitud que hay en él; y esa multitud no es otra que los placeres, los deseos y los temores a los que ese hombre se abandona. Pero, el hombre que domina a la multitud desordenada y se alza hacia el hombre que fue en alguna ocasión, ése vive conforme al hombre inteligible y dando al cuerpo todo lo que el cuerpo debe recibir, pero en tanto que ser extraño a él. De este modo viven unos y otros, y una cierta mezcla se produce entre el ser bueno que se da en sí mismo y el malo que viene de fuera.

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