3 ¿Qué diremos entonces? ¿Que el Ente mismo está presente? ¿O que se queda en sí mismo pero que hay potencias que proviniendo de él van a todas las cosas, y que así es como se dice que está en todas partes? Porque así es como se dice que las almas son a modo de rayos luminosos, de suerte que el Ente mismo se quede asentado en sí mismo, pero que las almas emitidas por él se encamen en vivientes sucesivos.
— La respuesta es que, en los seres en los que no hay más que una faceta de aquél debido a que no retienen toda la naturaleza existente en el Ente mismo transcendente, en éstos lo que está presente en el ser en el que aquél está presente es una potencia de aquél. Sin embargo, ni aun así deja aquél de estar enteramente presente, puesto que ni aun entonces queda desconectado de esa potencia suya que comunicó a dicho ser; sólo que el que la recibió no fue capaz de recibir más que esto, pese a que todo el Ente estaba presente1. En cambio, en los seres en los que están presentes todas las potencias, él mismo está claramente presente, sin dejar por eso, sin embargo, de estar separado. Porque si se conviertiera en forma de un ser particular, dejaría de ser un todo y de estar en sí mismo en todas partes; sería de otro accidentalmente2. Ahora bien, como aquél no es pertenencia de nada de lo que quiere ser pertenencia de aquél, aproxímase a quien él mismo quiera de la manera que puede3, a saber, no haciéndose pertenencia de aquel ser particular, sino aspirando éste a él, y no a ningún otro. Nada tiene, pues, de extraño que de ese modo esté en todos, porque tampoco está en ninguno de ellos de tal manera que les pertenezca.
Y por eso quizá no sea absurdo decir que el alma se coextiende con el cuerpo accidentalmente con tal que se advierta que el alma misma se mantiene en sí misma sin dejarse apropiar por la materia ni por el cuerpo, y que el cuerpo entero en cada parte de sí aparezca como iluminado por el alma.
Y no hay que extrañarse de que aquel, no estando localizado, esté presente a todo lo que está localizado. Lo extraño -e imposible a más de extraño- sería lo contrario, que si aquel ocupara, también él, un lugar propio, estuviera presente a alguna otra cosa localizada, o que estuviera presente en absoluto y presente del modo como nosotros decimos que está. Pero de hecho la razón dice que no habiéndole cabido en suerte lugar alguno, necesariamente está presente, a quien está presente, todo entero, y que estando presente a todos como a cada uno, les está presente todo entero.
— Entonces una parte de él estará aquí y otra en otra parte, de modo que estará dividido y será cuerpo.
— No, porque ¿cómo lo vas a dividir? ¿Dividirás su vida? Pero si el todo era la vida, la parte no será vida. ¿Dividirás de modo que una inteligencia esté en uno y otra en otro? Entonces ninguna de las dos será inteligencia. ¿Dividirás su ser? Entonces la parte no será ser, si el todo era ser.
¿Y si alguien dijera que también el cuerpo dividido tiene partes que a la vez son cuerpos?
-Sí, pero la división era no de un cuerpo, sino de un cuerpo cuanto, y a cada una de las partes la llamábamos cuerpo por su especie, en cuanto cuerpo; el Ente, en cambio, no sólo no tiene una cuantidad particular, sino que ni siquiera cuantidad de ninguna clase.
Plotino distinguió mejor que ninguno de sus antecesores las características de la sensación o aisthésis. (Véase III, 6, 1, 1-2). Según Blumenthal, el punto candente en Aristóteles está en que al usar la analogía, descubre que aisthésis es una actividad que excluye cualquier clase de divisibilidad y por tanto una actividad adecuada al alma en cuanto no influida por el cuerpo. Cf. H. J. Blumenthal, «Some Platonist Readings of Aristotle», Proceedings of the Cambridge Philological Society, n° 207, n. s., 27 (1981), 87. ↩
El pensamiento de Plotino es liminar. No se ve claro por qué el Ente al ser de otro accidentalmente dejaría de ser un todo. ↩
En el pasaje VI 4, 3, 15-16 la traducción sigue el texto de la editio maior, tomando el hó (el ser particular) como sujeto de ethélé y auto (el Ente) como complemento de lugar. En la variante de hói (dativo: el ser particular) como complemento de lugar y auto (el Ente inteligible) como sujeto, el texto resultaría incomprensible. ↩