Enéada VI, 4, 9 — O inteligível não vem ele mesmo no sensível

9. Si la parte del ser engendrada en cada caso fuese realmente un todo, cada ser semejaría al primero. Pero como siempre se darían cortes entre los seres, habría en realidad muchos seres primeros e incluso cada uno de ellos sería el primero. Mas, ¿qué separación podrían ofrecer estos múltiples seres primeros? ¿No constituirían todos ellos un solo ser? No tratamos aquí de sus cuerpos, porque no cabe considerar formas de cuerpos dado que todos esos seres son semejantes a aquel ser primero del que provienen. Si dijésemos que las partes de las cosas múltiples son las potencias del ser primero, ya desde luego cada ser no sería un todo1. Entonces, preguntaríamos, ¿cómo aparecen estas potencias en la multiplicidad, separadas y alejadas del ser primero? Porque si le dejaron, es claro que le dejaron por algo. Pero, ¿es que ías potencias de las cosas múltiples, asentadas ya en lo sensible, permanecen todavía en aquel ser o no se encuentran en él? De ocurrir esto último se haría patente algo verdaderamente absurdo: y es que el ser primero quedaría disminuido e impotente, privado como está de las potencias que anteriormente poseía. Mas, otra cuestión se plantea aquí: ¿cómo podrían existir separadas estas mismas potencias, una vez desvinculadas de sus propios seres? Sí se dan en el ser y en otra parte, están aquí por entero o bien sólo se presentan en parte. Si contamos en los seres sólo con partes, en el ser de que hablamos se darán naturalmente las partes restantes. Por el contrario, si se dan por entero, tanto aquí como allá se presentarán como indivisibles. Ocurrirá, pues, que el mismo ser puede encontrarse en todas partes sin dividir, o que las potencias constituyen esa totalidad multiplicada. Y entonces, como las potencias son semejantes unas a otras, con cada ser se dará una sola potencia, unida ciertamente a ese ser; las otras potencias serán sólo potencias (sin ser).

Por tanto, así como no es posible una potencia sin sustancia, tampoco lo es una sustancia sin potencia. En cuanto al mundo inteligible, la potencia es un sujeto, una sustancia y aun algo más que una sustancia. Si las demás potencias son distintas unas de otras, porque se debilitan o se oscurecen al salir del ser primero al modo como una luz más oscura proviene de otra más brillante, y si se dan sustancias unidas a estas potencias, precisamente para que éstas no queden privadas de sustancia, será necesario en primer lugar y dado que todas estas potencias son de la misma especie, el que una sola potencia permanezca en todas partes o, en otro caso, que por todas partes se presente a la vez entera e indivisible, cual ocurre con el alma, presente en un solo y mismo cuerpo; pero, si así es, ¿por qué no también en el universo? Ahora bien, si se la divide hasta el infinito, es claro que ya no se da toda entera, sino que se hace imposible por esta misma división. Por tanto, de existir una potencia para cada parte, no puede darse una percepción simultánea para el resto; y entonces, al igual que acontece con la imagen de un ser y con una luz que se debilita, pierde su mismo ser al quedar desvinculada de aquel del que proviene. En general, toda cosa que recibe su sustancia de otra no podría existir separada de ésta, ya que es como su imagen; y otro tanto ocurre con las potencias, provenientes del ser universal, que no podrían ser separadas de él. Si ello es así, ese ser universal se dará a la vez con ellas, de manera que, nuevamente, estará presente todo entero e indivisible.


  1. Cuestión planteada de lleno en el Parménides, 142 fc-143 a. Para Platón el ser uno, al dividirse indefinidamente, engendra un número indefinido de seres; cada parte, no obstante, conserva todos los elementos del ser primero. 

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