Enéada VI, 5, 9 — A esfera sensível não possui senão uma única coisa, uma única vida e uma única alma

9. Si pensamos por añadidura que todas las cosas engendradas -y naturalmente los elementos- originan una figura esférica, no por ello hemos de decir que una pluralidad de causas concurre parcialmente, a su producción, esto es, parte por parte y atribuyéndose cada una la parte que le corresponde, sino que hemos de considerar una causa única que actúa en totalidad y no la actuación de cada parte para la producción de otra diferente. Porque así, de nuevo multiplicaríamos las causas, si es que referimos la producción a una causa indivisible, o mejor, si esa causa productora no es un ser indivisible que no se difunda por la esfera sino una causa productora de la que depende la esfera toda. Una única y misma vida mantiene a la esfera, y la esfera está colocada en esta vida única. Todas las cosas que se dan en la esfera se reúnen en esta vida única, todas las almas constituyen una sola, pero esa unidad es compatible con la infinitud. Por ello dicen algunos que el alma es un número, y otros que este número aumenta en virtud de su naturaleza. Al formarse esta imagen quiere indicarse quizás que el alma no falta a nada, que, al contrario, se da en todo y permanece así lo que es, de tal modo que si el mundo se hiciese mayor, la potencia del alma no dejaría de extenderse a todas las cosas o mejor, de recibir las cosas en toda ella.

Mas, posiblemente no convenga tomar al pie de la letra lo del número que aumenta, porque lo que se afirma es que el alma, aun siendo una, no falta a nada. Esta unidad suya no es una unidad que pueda medirse, ya que se mide tan sólo esa otra unidad engañosa, que participa de la imagen de la unidad. La unidad verdadera no está compuesta de muchas partes, porque si así fuese, una vez se la privase de alguna parte la unidad total desaparecería. Tampoco se ve constreñida a determinados límites, pues relacionada entonces con las demás cosas, podría disminuir en tanto ellas aumentaban, o dividirse violentamente al querer extenderse a todo. No estaría presente por entero en todas las cosas sino que se daría de manera particular en cada parte de ellas; y, como se dice, desconocería en qué lugar de la tierra se encuentra, ya que no sería capaz de reunirse sino que, al contrario, se inclinaría a una clara división. Si, pues, esta unidad se nos muestra como verdadera -esta unidad que no es un predicado sino un sujeto-, conviene que haga manifiesta en su potencia una naturaleza contraria a la suya, esto es, la propia multiplicidad de que hablamos. Pero esta multiplicidad no aparecería fuera de ella, si no es como dependiente y proveniente de ella, ya que ella al fin posee la unidad real y, en sí misma, el ser infinito y la multiplicidad.

Una unidad de esta clase se encuentra toda ella y por entero en todo lugar, puesto que posee una razón que se abarca a sí misma y que, al identificarse con ella, hace que de ningún modo se aleje de sí sino que se dé en todas partes en sí misma. La unidad, por tanto, no se halla separada de las otras cosas en cuanto al lugar; porque, anterior a todas las cosas que están en el lugar, en nada necesita de él. Son las cosas las que tienen necesidad de ella para encontrar un sitio en el universo. Ahora bien; una vez situadas las cosas, la unidad no abandona el lugar que posee en sí misma, porque es claro que si este lugar cambiase, todas las cosas quedarían destruidas al quedar privadas de su punto de apoyo. Ciertamente, esa unidad no es ilógica hasta el punto de que se separe de sí misma y se divida, y, si se conserva en sí misma, no parece verosímil que se entregue a este lugar increíble que, precisamente, necesita de ella para su conservación.

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