8. He aquí, por tanto, un ser primero y que existe por sí mismo. Ese ser posee inteligencia y esencia, y decimos de él que posee en absoluto todos los seres vivos, todos los números, lo justo en sí, lo bello en sí y todas las demás cualidades por el estilo. (Decimos también que hombre en sí, número en sí y justo en sí los posee de manera diferente.) Vamos a considerar el sentido de cada uno de estos términos, en la medida en que podamos acercamos a ellos.
En primer lugar, prescindiremos de toda sensación, ya que es con la inteligencia como hemos de considerar la inteligencia. Para eso, admitiremos que hay en nosotros una vida y una inteligencia carentes de extensión, esto es, que constituyen una potencia inextensa. Pero otro tanto acontece a la esencia verdadera, potencia que descansa en sí misma y no en algo vacilante; es ella la cosa más viva y más inteligente, y nada encontraremos más lleno de vida, más inteligente y más sustancial. Según sea el contacto con la esencia, en la medida misma de su acercamiento o alejamiento, las cosas adquirirán las cualidades antedichas.
Cuando deseamos el ser, lo deseamos en el más alto grado; y cuando deseamos la inteligencia, la deseamos también de una manera absoluta. Lo mismo acontece con la vida. Si, pues, conviene que coloquemos primero el ser, luego la inteligencia y, en fin, ese ser vivo que parece contiene a todos los demás, si (como decimos) la inteligencia ocupa el segundo lugar; (porque es el acto de la esencia), el número no se halla en correspondencia con el ser vivo. Antes de éste ya se da el uno e incluso el dos. Y no tiene asimismo correspondencia con la inteligencia, porque antes de ella se da la esencia que es una y múltiple.