Enéada VI, 7, 15 — O Intelecto e a vida inteligível não são senão uma imagem do Bem

15. ¿Habrá alguien que viendo esta vida múltiple y universal, esta vida primera y única, no la abrace con todo su amor y desprecie a la vez cualquier otra vida1? Todas las demás vidas, esas vidas que transcurren aquí abajo, no son más que vidas pequeñas y oscuras; son viles y carecen de pureza, y, aún más, manchan toda pureza. El que vuelva la vista hacia estas vidas no verá ya la vida pura, ni vivirá tampoco esta vida inteligible que comprende en sí todas las vidas y en la que nada hay que no viva, y que no viva con una vida plena de pureza y privada de todo mal. Los males son algo característico de este mundo, en el que sólo se da una huella de la vida y de la inteligencia. Allá, en el mundo inteligible; se encuentra el verdadero modelo, lo que (Platón) llama “la apariencia del bien”, porque tiene en sí el Bien merced a las ideas1. Existe el Bien y existe además una Inteligencia que es buena porque lo propio de su vida es la contemplación. Los seres que esta inteligencia contempla tienen la forma del Bien y ella los posee efectivamente porque contempla la naturaleza del Bien. El Bien viene a ella no como es en el mundo inteligible, sino como la Inteligencia puede retenerlo. El Bien es un principio y de El saca la Inteligencia los seres que ella produce. Porque en cuanto la Inteligencia mira hacia el Bien ya no le es lícito pensar otra cosa que lo que hay en El; de otro modo, ella misma no podría ser inteligencia productora. Del Bien recibe la Inteligencia el poder de engendrar y de satisfacerse con lo que ella engendra, pues es el Bien quien le da lo que ella no tiene. Del Uno proviene para la Inteligencia la multiplicidad, cuya potencia no puede ella acoger, por lo cual la rompe y la multiplica todavía más, al objeto de poder sobrellevarla, aunque sea parte por parte. Todo lo que la Inteligencia engendra hay que atribuirlo a la potencia del Bien, y ella misma es buena y tiene la apariencia del Bien porque procede de seres que también la poseen; presenta, pues, el Bien en su variedad. Por tanto, si alguien la comparase a una esfera viva y variada y se la representase como un ser sobre cuyo rostro se manifiesta el resplandor de los seres vivos, o incluso se la imaginase como una reunión de todas las almas puras y completas, culminadas por la inteligencia universal que resplandece sobre estas regiones, a las que ilumina con su luz intelectual, la vería ciertamente desde fuera y lo mismo que un ser ve a otro. Pero necesitaría entonces, para una visión perfecta, convertirse él mismo en inteligencia y hacerse igualmente objeto de contemplación.


  1. Plotino va a tratar aquí de uno de los temas favoritos de Platón: el del Bien y su trascendencia. El texto de la República, sobre todo en 508 e-509 b, servirá de base para el desarrollo de la tesis plotiniana. 

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