Enéada VI, 7, 17 — O Intelecto e as formas provêm do Bem

17. Pero, ¿cómo explicaríamos estos seres e incluso la Inteligencia, si no se dan en el Bien que los llena ni en esa Inteligencia que aparece como plena? Desde luego, cuando no estaba llena, la Inteligencia no los poseía. Porque no es necesario al ser que da, poseer lo que da, sino que lo que,conviene en estos casos es que el ser que hace donación sea superior a lo que da. Tal es el proceso de la generación en los seres: primero se necesita un ser en acto, luego, el ser que siga, será ya en potencia lo que aquel es en acto. El ser primero está muy por encima de los seres que le suceden e, igualmente, de todo lo que el da; es algo superior a todo eso. Si hay, pues, algo anterior al acto, estará también más allá del acto y, por consiguiente, más allá de la vida. Si la vida la situamos en la inteligencia, no cabrá duda alguna que quien dio la vida poseerá más belleza y más honores que la vida misma. La Inteligencia posee la vida y ello sin que necesite variedad el principio que se la otorga. Porque la vida es como una huella de este principio, pero no vida de él. Es ilimitada desde el momento que dirige sus miradas hacia ese principio; mas se limita una vez que lo ha visto, sin que por esto adquiera el principio límite alguno. Por esta contemplación del Uno la Inteligencia adquiere un límite inmediato y, con la limitación, su propia determinación y su forma. La forma es algo que ella recibe, en tanto el principio productor permanece amorfo. Y el límite, a su vez, no viene de fuera, como puede ocurrir a lo que da contorno a una magnitud, sino que constituye lo que delimita la vida universal, que es múltiple e infinita, como salido lleno de luz de la naturaleza del Bien. No se trata aquí y ahora de la vida de un ser particular, que sería desde luego limitada como tal vida individual. El límite de la vida se explica como limitación de una vida múltiple. Cada elemento de la multiplicidad tiene su límite, ya que, precisamente por la multiplicidad de la vida, recibe ese límite y por él es en verdad algo único.

¿Qué decir entonces de esta unidad que resulta del límite? ¿La situaremos en la Inteligencia? Porque la inteligencia no es otra cosa que una vida limitada. Mas, ¿cómo entenderemos su multiplicidad? Diremos que se trata de una multiplicidad de inteligencias. Todo resulta ser inteligencia, y hay, naturalmente, una inteligencia universal y luego las inteligencias particulares. Pero cabría preguntarse: ¿acaso la inteligencia universal, que contiene a las inteligencias particulares, abarca sólo inteligencias identificadas en una? De contestar afirmativamente, admitiríamos una sola inteligencia. Pero sí se da una multiplicidad de inteligencias, debemos contar con alguna diferencia entre ellas. ¿Cómo, sin embargo, explicaríamos cualquier diferencia? Digamos que por ser una unidad total, la inteligencia universal difiere de las otras inteligencias. Esta totalidad no manifiesta identidad con ninguna de las inteligencias particulares.

Concluimos, por tanto, con esta procesión: primero tenemos la vida en su calidad de potencia universal; luego una visión proveniente del Uno y que contiene a todos los seres en su potencia; por último, la Inteligencia que, al nacer, hace que aparezcan todos los seres. La Inteligencia asienta en los seres, no para encontrar en ellos un lugar donde instalarse, sino para justificar la forma de los seres primeros por la visión que ella tiene de lo que carece de forma.

La Inteligencia se vuelve hacia el alma y le da su luz en la misma forma que el Uno extiende su luz hacia ella.

Y cuando sirve de límite al alma no hace otra cosa que proveerla de razón y dejar en ella una huella de lo que posee. Pero la Inteligencia ya es una huella del Uno, de ese Uno que es amorfo, pues es evidente que la Inteligencia es una forma que se pierde en una multiplicidad. Sólo así puede el Uno producir la forma. Porque si El fuese ya una forma, la Inteligencia sería tan sólo su verbo. Conviene, pues, que lo Primero carezca en absoluto de multiplicidad; ya que, si fuese múltiple, tendría que depender de algo distinto y anterior.

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