Enéada VI, 7, 38 — A doutrina platônica do ser e do conhecimento

38. Pero no cabría siquiera decir que es, pues no tiene necesidad de ser. Ni podríamos afirmar que es bueno, porque esto se dice de una cosa que ya es. Al afirmar que es, no lo decimos como se dice una cosa de otra sino sólo para mostrar que es. O lo que es lo mismo: decir el Bien no significa que esto le pertenezca en calidad de atributo, es nombrarle a El. No sería justo, pues, que hablásemos del Bien sin esa precedencia del artículo, porque, si se le priva de él, no hay la posibilidad de designarle. Para no hacer de uno y otro -del nombre y del artículo- dos cosas distintas, y dado que no se necesita para nada la cópula es, empleamos la fórmula tagathon. Pero, ¿quién aceptará que esa naturaleza no tenga el sentimiento y conocimiento de sí misma? ¿Cómo no iba a pensar: “yo soy”? No es realmente posible. ¿Por qué no llegará a decir: “yo soy el Bien”? Con eso afirmaría que es. Diciendo tan sólo el Bien, ¿qué es lo que podrá añadir? Seguramente se puede pensar el Bien sin contar con el ser, siempre que no se le afirme de un sujeto; mas, el que se piense a sí mismo como el Bien, pensará necesariamente: “yo soy el Bien”. De no ser así, pensará el Bien, pero no tendrá la idea de que es esto mismo que piensa. Conviene, pues, que tenga el pensamiento de que es el Bien.

Si el Bien es este pensamiento, no será desde luego el pensamiento de sí mismo sino el del Bien; él mismo no será el Bien, sino el pensamiento. Mas, si el pensamiento del Bien es algo distinto al Bien, existe ya el Bien como anterior al pensamiento. Y si es anterior, se basta naturalmente a sí mismo y no necesita para nada el pensarse a sí mismo para ser el Bien. De modo que no se piensa por ser Bien, sino por ser algo. Y ninguna otra cosa hemos de añadirle, como no sea una simple intuición de sí mismo.

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