Enéada VI, 7, 39 — A doutrina platônica do ser e do conhecimento

39. Si no guarda distancia ni diferencia consigo mismo, ¿quién sino él mismo tendrá esta intuición? Es por ello por lo que (Platón) descubre la alteridad allí donde se da la inteligencia y la esencia. Porque la Inteligencia, en cuanto piensa, debe hacer aparecer siempre lo mismo y lo otro1. No hay otra diferencia entre la inteligencia y lo inteligible que la que proviene de la apariencia de lo inteligible, pues es claro que, de otro modo, la Inteligencia no contemplaría todas las cosas; no las contemplaría si no se diese la alteridad en todas las cosas. Sin esta diferencia, incluso no podría hablarse de la existencia de dos cosas. Por otra parte, si la Inteligencia piensa, no podrá pensarse únicamente a sí misma si su pensamiento es general. Porque, ¿cómo pensaría entonces todas las cosas? Lógicamente, sería incapaz de ello. Además, no podríamos considerar como un ser simple el que sólo se piensa a sí mismo; pues es indudable que el pensarse a sí mismo implica el establecer la alteridad. Ya decíamos, en efecto, que no hay pensamiento de sí mismo si no se quiere contemplarse como alteridad. Y es así como la Inteligencia, al pensarse, se hace múltiple, esto es, viene a ser algo inteligible, pensante y en movimiento. Tiene ya, pues, todos los caracteres que se asignan a la Inteligencia. Por otra parte, conviene hacer notar, como se ha dicho en otra ocasión, que cada pensamiento, si realmente es un pensamiento, ha de poseer una cierta diversidad. De un movimiento que es siempre simple e idéntico hasta el punto de que puede decirse que es un contacto, no cabe afirmar el carácter intelectual.

¿Pues qué, entonces? ¿No se conocerá a sí mismo, ni conocerá igualmente a las otras cosas? Permanecerá inmóvil con todo su carácter venerable. Todas las demás cosas vendrán después que él y él, a su vez, ya era lo que era con anterioridad a ellas. Su pensamiento será, por tanto, algo adquirido y no conservará identidad consigo mismo. No se refiere a algo inmóvil y de ahí su multiplicidad. Porque no puede admitirse que unos seres posteriores a la Inteligencia posean a ésta y a la sustancia, si admitimos a la vez que los pensamientos de la Inteligencia son sólo contemplaciones vacías de realidad. En cuanto a la providencia le basta este carácter de ser idéntico, del cual derivan todas las demás cosas. ¿Qué relación guarda este ser consigo mismo si no se piensa a sí mismo? Seguirá inmóvil con ese carácter venerable.

Platón decía de la esencia que es ella precisamente la que piensa y la que no permanece inmóvil y venerable. Es, pues, la esencia el ser pensante, en tanto lo que no piensa permanece inmóvil con su carácter venerable. Y cuando decimos que permanece inmóvil afirmamos realmente algo que no se puede traducir en palabras de cualquier otro modo. Pensamos, por tanto, que lo que está por encima del pensamiento tiene una realidad más venerable que la del pensamiento, e incluso la única venerable.


  1. Es lo que viene a decir Platón en Sofista, 254 d. 

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