Enéada VI, 7, 40 — A condição do Bem, que é absolutamente um, primeiro e autárcico

40. Todos aquellos que se han acercado a él saben de cierto que no conviene atribuirle el pensamiento. Sin embargo, deberán añadirse otras argumentaciones a lo que ya se ha dicho, si es que procede seguir sirviéndose del lenguaje. Oportuno será unir al convencimiento la fuerza de la demostración.

Desde luego, ha de tenerse por sabido que todo pensamiento proviene de un ser y es pensamiento de un ser. Unido a la cosa de la que proviene, tiene por sujeto el ser del que es pensamiento. Y se origina además al añadirse a ese ser del que es acto, cuya potencia viene a completar aunque sin engendrar para ello nada. Es, pues, la realización del ser del que es pensamiento.

Por tanto, si el pensamiento se encuentra unido a la esencia y hace que ésta exista, no puede hallarse en ese principio del que proviene; sí así fuese, realmente no engendraría nada. Como potencia que es de engendrar, engendra en sí mismo. Su acto es su esencia, y él mismo permanece con la esencia y está en la esencia. He aquí, pues, que pensamiento y esencia no son algo diferente; hasta tal punto que si esta naturaleza se piensa a sí misma sólo se apreciará una diferencia lógica entre el sujeto pensante y el objeto pensado, que es una multiplicidad como ya se ha mostrado en varías ocasiones. Estamos entonces ante el acto primero, que es el acto que hace existir la esencia. La esencia misma es como la imagen de otro principio, lo suficientemente grande para dar realidad a su ser. Si se tratase de un acto del Bien y no de un acto que proviene del Bien, no seria otra cosa que acto del Bien y carecería de existencia en sí mismo. Pero, como se trata del acto primero y del pensamiento primero, no tiene antes que él acto ni pensamiento alguno. Al pasar de una situación a otra, de la esencia y del pensamiento a algo que no es ya ni esencia ni pensamiento, se llega a un principio verdaderamente admirable, más allá de la esencia y del pensamiento. Este principio no tiene en sí ni esencia ni pensamiento, sino que está aislado en sí mismo y no necesita para nada de las cosas que salen de él1.

La producción del acto por parte de este principio no se realiza con una actuación previa. De este modo, el principio estaría en acto antes de que el acto fuese engendrado. Y no es asimismo pensando como engendra el pensamiento, pues también en esta coyuntura tendría necesidad de pensar antes de que existiese el pensamiento. Si en absoluto este pensamiento es el pensamiento del Bien, ha de ser luego inferior al Bien; de modo que no pertenecerá al Bien, y al decir esto no quiero afirmar que no sea posible pensar el Bien, sino que doy esto por hecho y digo en realidad que el pensamiento no se encuentra en el Bien pues en ese caso el pensamiento y el Bien mismo serían una sola cosa. Dado que el pensamiento es inferior al Bien existirá al propio tiempo que la esencia; porque si precediese a ésta, lo inteligible quedaría en un rango inferior al pensamiento.

Podemos decir, por tanto, que el pensamiento no está en el Bien, sino que es inferior a El y es por quien toma todo su valor. Pero el pensamiento se halla en otra parte y deja al Bien tan alejado de las otras cosas como de sí mismo. Libre de todo pensamiento, el Bien es lo que es en toda su pureza y no se ve impedido por la presencia del pensamiento que le haría perder su pureza y su unidad. Si lo imaginásemos a la vez como sujeto pensante y objeto pensado, como esencia y como pensamiento unido a esta esencia, y sí quisiésemos además que se pensase a sí mismo, tendríamos necesidad de otro Bien que le precediese. Ya que si el acto y el pensamiento son como la realización de otio sujeto o una realidad que coexiste con él, ello trae como supuesto una naturaleza anterior y diferente de aquélla, naturaleza que hace posible con razón el acto mismo de pensar.

El pensamiento tiene materia para pensar porque algo existe antes que él; y cuando se piensa a sí mismo trata de conocer lo que hay por la contemplación de un ser diferente. Si admitimos que el pensamiento nada tiene delante de sí y que nada en él proviene de otro ser, ¿qué es entonces lo que podrá pensar y cómo se pensará a sí mismo? ¿Qué buscaría y desearía? Como busca hasta donde llega su potencia, ésta será exterior a él en tanto él la piensa. Y digo esto siempre que la potencia que llega a conocer sea algo distinto a la potencia por medio de la que conoce. Si estas dos potencias fuesen una sola cosa, ¿qué buscaría el pensamiento?


  1. Cf. Platón, República, 509 b y siguientes. 

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