Enéada VI, 7, 5 — Examinar o que é o homem

5. Conviene, pues, buscar otro punto de apoyo que no sea el alma para la definición del hombre. ¿Qué impide que el hombre sea un compuesto, esto es, un alma determinada por una razón? Esta razón vendría a ser cual un cierto acto del alma, acto que no existiría sin un sujeto que actúa. Eso ocurre precisamente con las razones espermáticas: no existen sin el alma, pero tampoco son almas en absoluto. Puesto que las razones productoras de un ser no son inanimadas, no resulta extraño que las sustancias sean también Tazones. Pero, vengamos a aquellas razones que no producen al hombre; ¿de qué alma serán sus actos? ¿Acaso del alma vegetativa? No, serán los actos del alma animal, alma, desde luego, más luminosa y por esto mismo más viva. Esa alma ha venido a caer en una determinada materia; es un hombre por lo que ella es, por su propia disposición, pero a la vez da al cuerpo una forma que le corresponde produciendo en él una figura humana solamente en cuanto el cuerpo es capaz de recibirla; no de otro modo que como el pintor produce un hombre inferior a esta figura.

Esta forma encerrará disposiciones y potencias, aunque todas ellas puedan aparecer oscuras porque la figura no es realmente el primer hombre. En ella habrá producido el alma toda la diversidad de sensaciones, sensaciones que serán aparentemente claras, pero que revisten oscuridad sí se las compara con las sensaciones superiores de las que son imagen. Porque el hombre que está sobre este hombre tiene un alma más divina, una humanidad mejor y sensaciones que son todavía más claras. Ese es el hombre que Platón define como “el alma que se sirve del cuerpo”1 y que, si ya tiene primacía sobre el cuerpo desde un plano más elevado, también la tendrá desde un plano inferior. Y ése es el hombre al cual se debe un ser capaz de sensación, el hombre que acompaña la vida haciéndola más clara; mejor diríamos aún que no la acompaña, sino que se une a ella. Porque, ciertamente, no sale del mundo inteligible, pero unido a él como está, mantiene suspendida un alma que le es inferior y, por su propia razón, se une a la razón de esta alma. Ello explica el porqué un ser oscuro queda iluminado por su resplandor.


  1. La expresión de Plotino está recogida del Alcibiades, 130 a. Platón dice allí que es el alma la que se sirve del cuerpo; y se sirve en realidad prevaleciendo sobre él. Pero es el hombre, en fin de cuentas, “quien manda sobre el cuerpo”, el hombre identificado con el alma en el lenguaje del diálogo platónico. 

,