Enéada VI, 7, 8 — Os animais devem existir no inteligível

8. Esto es lo que cabe decir de la facultad sensitiva. ¿Cómo explicar, sin embargo, que el caballo inteligible o cualquier otro animal inteligible no quieran dirigir sus miradas hacia los animales de este mundo? Porque, para que se produzca aquí un caballo o cualquier otro animal, la inteligencia tendrá que descubrir su noción. ¿Cómo concebir, sin embargo, que no tenga la noción del caballo y que haya que supeditar ésta al caballo querido por ella? Es claro que cuando ella quiere producir un caballo, posee ya la noción del caballo; no es posible que tenga su noción tan sólo para producirlo, sino que el caballo que no ha sido engendrado precede necesariamente al caballo que ha de venir después. Existe, pues, este caballo antes de la generación, y no ha sido pensado, precisamente, para que la generación tenga lugar; y la inteligencia que posee el caballo inteligible lo posee por sí misma sin necesidad de mirar a las cosas de aquí abajo; no posee esa noción y las otras para producir las cosas de este mundo. Existen por tanto los inteligibles y las cosas de aquí abajo son una consecuencia necesaria de ellos, porque no es posible detenerse en los inteligibles. Además, ¿quién sería capaz de detener a una potencia que puede permanecer en sí y emitir fuera de sí? Mas, ¿cómo es que existen tales animales en el mundo inteligible? ¿Cómo imaginárnoslos en la divinidad? Aceptado que se trate de animales razonables, ¿qué respeto nos pueden merecer estas manadas de bestias? ¿No tendríamos hacia ellas el sentimiento contrario? Parece conveniente que la unidad de la inteligencia sea múltiple, ya que es claro que sucede al uno absoluto; de otro modo, no se daría después de él, sino que sería él mismo. Como viene después de él no puede ser en modo alguno más unidad que él y alguna inferioridad acusará; pues si lo que es perfecto es uno, convendrá que ella sea más que unidad, dado que la multitud encierra deficiencia.

¿Qué impide que la inteligencia sea una diada? Cada uno de los dos términos de esta diada no podría ser uno en absoluto; tendrían que ser cuando menos dos y otro tanto ocurriría con los nuevos términos. Por otra parte, en la diada primera se daban ya el movimiento y el reposo, y esta misma diada contenía la inteligencia y la vida, la inteligencia perfecta y la vida perfecta. No sería justo hablar de una sola inteligencia, sino mejor de una inteligencia universal que contiene a todas las inteligencias particulares y que es tan grande, e incluso más que todas ellas. Su vida no es la vida de una sola alma, sino la de todas las almas; y tiene una potencia superior: la de producir cada una de las almas. Es, pues, lo que llamaremos el animal perfecto y no contiene solamente al hombre; si así no fuese, sólo existiría el hombre en este mundo.

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