Enéada VI,8,12 — Experiência da liberdade em nós

Transição: Da experiência individual da liberdade à liberdade do Bem
Capítulo 12: Retomada da argumentação partindo da experiência da liberdade em nós.
1-3: Protesto do interlocutor: ele “não está nada persuadido” pelo que acaba de ser dito
3-17: Retomada da argumentação ao nível de nossa alma: podemos fazer a experiência de nossa própria liberdade
17-31: Como desde então recusar a liberdade ao princípio que nos torna livres?
31-37: Explicação: como se formou a noção de “mestre de si”.


12. Pero entonces, ¿no es acaso lo que es? ¿No es en verdad señor de lo que él mismo es y de lo que está más allá de todo? De nuevo cae el alma en la incertidumbre, como si nada le hubiesen dicho las razones precedentes. Digamos con respecto a esto que cada uno de nosotros tiene su cuerpo bien lejos de la esencia, aunque por su alma, y eso es lo que somos por encima de todo, participe de la esencia y sea una determinada esencia. O lo que es lo mismo, cada uno de nosotros resulta ser compuesto de una esencia y de una diferencia, y no es por tanto esencia verdadera o esencia en sí. De ahí que tampoco sea señor de su esencia. Porque como nosotros somos distintos de nuestra esencia, no somos realmente dueños de ella; y al contrario, nuestra esencia mantiene su soberanía sobre nosotros y es la que pone la diferencia. Ahora bien, como somos de algún modo esa esencia que es señora de nosotros, podríamos decir también que nos alcanza en este mundo en cierta manera el señorío de nosotros mismos. Cuando menos, el ser que es absolutamente lo que es y que no es distinto de su esencia no resulta otra cosa que lo que es; es dueño de sí y ya no se refiere a ningún otro ser, por cuanto que ya es y es de hecho una esencia. Mas, el ser que? el primero, se refiere a la esencia, pasa, por concesión especial, a ser señor de sí.

¿Qué debemos pensar, sin embargo, del ser que hace que la esencia sea libre, y que la hace así en virtud de su misma naturaleza? ¿Qué decir de un ser creador de la libertad? ¿A qué ciertamente podríamos encadenarlo, si nos es lícito expresarnos de este modo? Posiblemente a su propia esencia. Pero la esencia recibe de él su libertad, es además posterior a él y él, por otra parte, carece de esencia.

Si damos por bueno que haya en él un acto o que él mismo sea un acto, no queremos decir con esto que mantenga diferencia consigo mismo. No cabe afirmar que es dueño de sí mismo, sí su acto procede de él y él y su acto son en verdad una sola cosa. Otro caso sería si no concediésemos que hay en él un acto y refiriésemos éste a las cosas que actúan alrededor de él; en este caso, tendríamos que admitir con mayor razón la existencia de una parte dominadora y de una parte dominada, y no trataríamos con algo dueño de sí, no porque esa soberanía descanse en otro ser, sino porque la atribuimos lógicamente a la esencia y colocamos a aquél en un rango superior a ésta.

¿Qué revela esta superioridad sobre los seres dueños de sí mismos? Veamos; pues como quiera que en estos seres la esencia y el acto son dos cosas, sacamos del acto la noción de un ser soberano, que identificamos con la esencia. Esto es, por tomar separadamente la esencia, forjamos la idea de un ser al que juzgamos dueño de sí mismo. Claro está que cuando no se dan las dos cosas en una, sino una sola cosa (bien sea ésta un acto o no en absoluto un acto), no cabe afirmar con razón que esta cosa sea dueña de sí misma.