Enéada VI,8,18 — Imagens e expressões que significam aquilo que é o Bem

Capítulo 18: Imagens e expressões que significam aquilo que é o Bem
1-7: Fala ao interlocutor: busque o Bem no interior
7-32: Imagem do centro, dos raios e do círculo
32-39: Imagem da luz e do reflexo
39-44: O Bem é “causa da causa”
44-55: Retomadas de expressões platônicas: o Bem é “o que deve ser” e “momento favorável”.


18. Para buscar este principio, nada deberá indagarse fuera de El. Pero todo lo que busquéis en su interior buscadlo en lo que le sigue; a El dejadle por completo tranquilo. Lo que está fuera de El no es otra cosa que él mismo, que lo abraza y lo mide todo. O mejor todavía, El se encuentra en lo más profundo de las cosas. Fuera de El y rodeándole o suspendidas de El están la razón y la inteligencia. Y aun ese título de inteligencia descansará en el contacto o enlace con El; pues es de El de quien posee el ser la inteligencia.

Ocurre aquí como con el círculo, que saca sus propiedades del centro por su contacto con él. De ahí recibe el círculo la forma, en tanto sus rayos, vueltos al centro, conforman asimismo por su extremo ese punto del que salen y al que se ven llevados. El centro, con todo, es algo más que la extremidad de los rayos; (repárese que, a pesar de su semejanza, los puntos extremos de los rayos sólo conservan de aquél una oscura huella, puesto que el centro los contiene a todos en potencia e incluso contiene a los rayos, que le afirman en todas partes por su centro y le hacen visible tal como es; gracias a ellos se da esa paradoja que incluye su desarrollo y no desarrollo).

Así y no de otro modo hay que considerar la inteligencia y el ser. Ambos vienen del Bien y se despliegan y se desenvuelven a partir de El; pero acreditan la dependencia de su naturaleza intelectual y atestiguan a la vez una inteligencia en la unidad, aunque no se trate aquí de la Inteligencia, porque estaríamos en realidad en el Uno. No confundamos el centro con los rayos ni con el círculo, puesto que el centro es el padre de) círculo y de los rayos a los que da una huella de sí mismo; y aun permaneciendo en su inmovilidad, les origina por una cierta fuerza suya y no permite la separación. Del mismo modo, el Bien es como el padre de la potencia intelectual que circula a su alrededor; constituye el modelo que la Inteligencia, en su unidad múltiple, presenta como imagen. Porque la Inteligencia es tal por ese su movimiento característico, en tanto el Bien ya permanecía en su inmovilidad antes de engendrarla y la engendra precisamente por la potencia que encierra en sí. ¿Qué coyuntura, qué azar o qué accidente podrían ser vecinos de esta potencia, productora de la Inteligencia y del Ser? Hay en el Uno algo que no hay en la Inteligencia, y esa luz que se expande por el espacio como proveniente de una fuente luminosa en sí misma, no es otra cosa que su imagen, en tanto la fuente es la verdadera realidad. Sin embargo, no podrá decirse que la luz expandida sea de otra especie. Y otro tanto ocurre con la Inteligencia, que es imagen del Uno; no existe desde luego por azar, sino que es razón y causa en cada una de sus partes.

Diremos del Uno que es la causa de la causa. Será, pues, causa de una manera más eminente y verdadera que la Inteligencia y, además, contendrá en sí mismo todas las causas inteligibles que puedan surgir de El, que no aparecerán por azar sino al modo como El las haya querido. Estamos ante una voluntad que no carece de razón y que no es la voluntad de producir al azar y como salga; al contrario, esta voluntad actúa debidamente, ya que nada queda al arbitrio del azar en el mundo inteligible. De ahí que hable Platón1 de lo que es debido y oportuno, deseando indicar con ello, en la medida de lo posible, que se encuentra lejos del azar y que es lo que ciertamente debe ser. Pero si es lo que debe ser, no podrá ser nada irracional; y si es lo verdaderamente a propósito, será también lo que tenga señorío sobre lo que viene después de El y, antes todavía, sobre sí mismo. No será entonces lo que es por azar, sino que, lo que es, se lo deberá a su propia voluntad. Mas, lo que debe ser y el acto de lo que debe ser constituyen en El una sola cosa; es lo que debe ser pero no al modo de un objeto sino como un acto primero que hace manifiesto que es lo que debe ser. Esto es cuanto acertamos a poder decir, dada la impotencia del lenguaje para expresar lo que nosotros quisiéramos.


  1. Cita del Político, 284 d.