ETD 280e-281e: Utilização correta

[e] —Entonces, Clinias, ¿es suficiente sólo eso para ser feliz: poseer los bienes y usarlos?

—Me parece que sí.

—¿Y tanto si uno los usa correctamente —agregué—, como si no.?

—Si los usa correctamente.

— ¡Ah…, muy bien! Es peor, pues, a mi modo de ver, el daño que se produce si uno usa incorrectamente una cosa cualquiera que si la deja estar; en el primer caso, hace un mal; en el otro, ni un mal ni un bien. [281a] ¿No es así?

Aceptó.

—Entonces, en el trabajo y el empleo de la madera, lo que hace que se la use correctamente, ¿es acaso otra cosa que el conocimiento de la carpintería?

—Ningún otro, evidentemente —dijo.

—Más aún: en la fabricación de los implementos de la casa, es sin duda el conocimiento el que hace posible su adecuada realización.

Estuvo de acuerdo.

—Así, pues —agregué—, también acerca de la utilidad de los bienes de los que hablábamos antes —riqueza, salud, belleza— era el conocimiento lo que llevaba a su recto uso y dirigía convenientemente la acción, ¿o [b] era otra cosa?

—Era el conocimiento —dijo.

—De modo entonces que no sólo el éxito, sino también el buen uso, parece, trae aparejados el conocimiento de todo tipo de posesión o actividad.

Asintió.

—Mas, ¡por Zeus! —dije—, ¿tienen alguna utilidad los demás bienes sin la ayuda del discernimiento y del saber? ¿Sacaría acaso provecho un hombre poseyendo y haciendo muchas cosas sin tener cabeza o más le valdría poseer poco y hacer poco [teniendo cabeza1 ]? Fíjate: haciendo menos, ¿no se equivocaría menos?; equivocándose menos, ¿no haría menos mal2?; haciendo menos mal, ¿no sería menos infeliz?

—Indudablemente —dijo.

— ¿Y hará, tal vez, uno menos siendo pobre o siendo rico?

—Siendo pobre —dijo.

—¿Débil o fuerte? —Débil.

—¿Ilustre o desconocido?

Desconocido.

—¿Y hace menos el que es valeroso y temperante o el cobarde?

—El cobarde.

— ¿También un haragán, entonces, más que un diligente?

Aceptó.

[d] —¿Y un lento que un veloz, y uno que tiene mala vista y oído que uno que los tiene agudos?

Ambos estuvimos de acuerdo en todos estos puntos.

—En suma Clinias —dije—, parece que a propósito de todos los que antes afirmábamos que eran bienes, la cuestión no es acerca de cómo ellos en sí y por sí sean naturalmente tales, sino que el asunto se plantea, más bien, de esta manera: si los guía la ignorancia, son males peores que sus contrarios, y tanto peores cuanto más capaces son de servir a una guía que es mala; mientras que, si los dirigen el discernimiento y el saber [e] resultan bienes mayores, ya que, por sí, ni unos ni otros tienen valor alguno.

—Evidentemente —dijo— parece que es así como tú indicas.

—¿Y qué consecuencias, entonces, sacamos de lo que hemos dicho? ¿Alguna otra, acaso, que, de todas las cosas, ninguna es un bien ni un mal, a excepción de estas dos: que el saber es un bien y que la ignorancia es un mal?

Admitió que sí.


  1. Estas palabras, que figuran en los códices, las omite Jámblico. C. Badham (Euthydemus et Laches, Jena, 1865) las atetiza, como lo hacen después otros editores. En efecto, en la argumentación que sigue no se trata de una antítesis entre «tener cabeza» y «no tener cabeza», sino sólo entre «muchas cosas» y «poco». 

  2. Deliberadamente juega aquí Sócrates, a la manera sofística ya ejemplificada antes, con el doble significado de la expresión kazós práttein, que es «hacer mal» ya sea por «hacer daño» o por «fracasar». La argumentación no se resiente por la ambigüedad ni se apoya en ella.