ETD 282a-282e: A sabedoria é ensinável

[282a] —Pasemos entonces ahora — dije— a considerar lo que aún nos resta examinar. Puesto que por un lado deseamos todos ser felices1 —y se ha visto que llegamos a serlo a partir del uso de las cosas, o, mejor aún, del buen uso de ellas—, y que, por otro lado, era el conocimiento el que procuraba la rectitud y el éxito, es necesario, consiguientemente, según parece, que cada hombre se disponga por todos sus medios a lograr esto: el mayor saber posible, ¿o no ha de ser así?

—Así es —dijo.

—Y si uno piensa que es esto, en verdad, lo que tendría que recibir del propio padre, mucho más que las riquezas, y de los tutores y amigos [b] tanto de los que se declaran enamorados como de los demás—, conciudadanos o extranjeros, y si a ellos ruega y suplica que lo hagan partícipe del saber, entonces, Clinias, no hay nada vergonzoso ni indigno si uno se vuelve con tal propósito siervo o esclavo no sólo de algún enamorado, sino de cualquier hombre —y dispuesto a rendirle un servicio cualquiera, con tal de que sea honorable—, por el solo deseo de convertirse en sabio; ¿o no lo crees tú así?, dije.

—Me parece que está muy bien lo que has dicho —respondió.

—Por lo menos, Clinias —agregué—, en el caso de que el saber pueda ser enseñable y no se dé espontáneamente en los hombres, cosa que, en efecto, no ha sido aún discutida por nosotros ni hemos arribado acerca de ella, tú y yo, a ninguna conclusión.

—Pero a mí me parece, Sócrates —dijo—, que es enseñable. Y yo, encantado, le respondí.

— ¡Bravo, buen hombre! Has hecho bien al liberarme de una larga indagación precisamente a propósito de este punto: si el saber es enseñable o no. Ahora, entonces, puesto que no sólo te parece que lo es, sino [d] que, además, es lo único capaz de hacer al hombre feliz y exitoso, ¿qué otra cosa dirías sino que es necesario filosofar, y que tú mismo tienes la intención de hacerlo?

—¡Sí, por cierto, Sócrates — contestó—, y tanto cuanto sea posible!

Satisfecho de oír tal respuesta, dije:

—El ejemplo —el mío—, Dionisodoro y Eutidemo, de cómo deseo yo que sean los discursos exhortativos, aquí lo tenéis, simple tal vez, embarazoso y algo difuso; pero quien de vosotros dos quiera, háganos una demostración tratando este mismo asunto conforme a las reglas del arte2 [e]. Y si no queréis hacer eso, retomad desde el lugar donde dejé y demostrad al joven lo que sigue: o que es preciso adquirir todo el conocimiento en su totalidad, o bien que hay uno solo que debe alcanzar para convertirse en hombre feliz y bueno y cuál es ése. Tal como lo decía en un comienzo, nos importa mucho que este joven llegue a ser sabio y bueno.


  1. «Felices» reemplaza aquí a «ser dichosos» (cf. 278e3 ss.). 

  2. La contraposición entre «reglas del arte» y «simple», es decir, «no profesional» (cf. 278d5) es irónica, mientras que «embarazoso y algo difuso» aluden a la dialéctica socrática que exige una marcha lenta y prolija para lograr su propósito.