—Así es —dijo.
—Y si uno piensa que es esto, en verdad, lo que tendría que recibir del propio padre, mucho más que las riquezas, y de los tutores y amigos [b] tanto de los que se declaran enamorados como de los demás—, conciudadanos o extranjeros, y si a ellos ruega y suplica que lo hagan partícipe del saber, entonces, Clinias, no hay nada vergonzoso ni indigno si uno se vuelve con tal propósito siervo o esclavo no sólo de algún enamorado, sino de cualquier hombre —y dispuesto a rendirle un servicio cualquiera, con tal de que sea honorable—, por el solo deseo de convertirse en sabio; ¿o no lo crees tú así?, dije.
—Me parece que está muy bien lo que has dicho —respondió.
—Por lo menos, Clinias —agregué—, en el caso de que el saber pueda ser enseñable y no se dé espontáneamente en los hombres, cosa que, en efecto, no ha sido aún discutida por nosotros ni hemos arribado acerca de ella, tú y yo, a ninguna conclusión.
—Pero a mí me parece, Sócrates —dijo—, que es enseñable. Y yo, encantado, le respondí.
— ¡Bravo, buen hombre! Has hecho bien al liberarme de una larga indagación precisamente a propósito de este punto: si el saber es enseñable o no. Ahora, entonces, puesto que no sólo te parece que lo es, sino [d] que, además, es lo único capaz de hacer al hombre feliz y exitoso, ¿qué otra cosa dirías sino que es necesario filosofar, y que tú mismo tienes la intención de hacerlo?
—¡Sí, por cierto, Sócrates — contestó—, y tanto cuanto sea posible!
Satisfecho de oír tal respuesta, dije:
—El ejemplo —el mío—, Dionisodoro y Eutidemo, de cómo deseo yo que sean los discursos exhortativos, aquí lo tenéis, simple tal vez, embarazoso y algo difuso; pero quien de vosotros dos quiera, háganos una demostración tratando este mismo asunto conforme a las reglas del arte2 [e]. Y si no queréis hacer eso, retomad desde el lugar donde dejé y demostrad al joven lo que sigue: o que es preciso adquirir todo el conocimiento en su totalidad, o bien que hay uno solo que debe alcanzar para convertirse en hombre feliz y bueno y cuál es ése. Tal como lo decía en un comienzo, nos importa mucho que este joven llegue a ser sabio y bueno.
«Felices» reemplaza aquí a «ser dichosos» (cf. 278e3 ss.). ↩
La contraposición entre «reglas del arte» y «simple», es decir, «no profesional» (cf. 278d5) es irónica, mientras que «embarazoso y algo difuso» aluden a la dialéctica socrática que exige una marcha lenta y prolija para lograr su propósito. ↩