— ¡Dichosos de vosotros —dije—, por esa admirable disposición, que os ha permitido tan rápidamente y en tan poco tiempo perfeccionar un asunto semejante1! Vuestros razonamientos, Eutidemo y Dionisodoro, tienen, por cierto, muchos otros merecimientos, pero entre éstos, el más espléndido, en efecto, consiste en que no os importa realmente nada de la mayor parte de los hombres, ni de los más venerables, ni de los más reputados, sino sólo de los que son semejantes a vosotros. Porque [d] estoy seguro de que muy pocas personas —justamente las que os asemejan— pueden encontrar deleite en estos razonamientos, mientras que el resto piensa acerca de ellos de tal manera que — no me cabe duda— se avergonzaría más de refutar a los otros con esos razonamientos que de verse refutado con ellos. Además, vuestros razonamientos tienen también otra particularidad que os hace populares y simpáticos. Cuando afirmáis que no hay cosa alguna ni bella, ni buena, ni blanca, ni cual [e] quiera de este tipo2, y que lo diferente tampoco es de alguna manera diferente; simplemente coséis, en realidad, las bocas de las gentes, como vosotros mismos decís; y no sólo lo hacéis con las de los demás, sino que pareceríais obrar del mismo modo con las de vosotros dos, lo que resulta, por cierto, bastante gracioso y quita animosidad a vuestros razonamientos. Pero lo más importante, sin embargo, es que vuestra habilidad es tal y sabéis desplegarla tan artísticamente que cualquier hombre puede aprenderla en el más mínimo tiempo. Yo mismo pude darme cuenta de ello observando a Ctesipo y viendo con qué rapidez fue capaz de imitaros al instante. En fin, este aspecto de vuestra tarea [304a] —el que se refiere a la rapidez de la transmisión— es, por cierto, algo magnífico, pero no es adecuado, sin embargo, para el caso de una discusión pública. Es más, si queréis hacerme paso, guardaos bien de hablar frente a un público numeroso, no sea que éste aprenda rápidamente y ni siquiera dé luego las gracias. Lo más conveniente, en cambio, es que discutáis entre vosotros solos, y, si es menester que lo hagáis delante de algún otro, admitid tan sólo a quien as dé dinero. Y estas mismas cosas, si sois sensatos, aconsejadlas también a vuestros discípulos, de modo [b] que jamás discutan con nadie sino con vosotros o entre ellos mismos. Pues, así es, Eutidemo, lo raro es lo que vale, y el agua, a pesar de ser «lo mejor», como decía Píndaro, es lo más barato. ¡Vamos, pues —exclamé—, admitidnos junto a vosotros a mí y a nuestro Clinias!
ETD 303b-304b: Julgamento sobre o método dos Sofistas
[b] En ese momento, mi querido Critón, no hubo ninguno de los presentes que no pusiera por las nubes ese modo de argumentar y a esos dos hombres, y riendo, aplaudiendo y manifestando su regocijo, poco faltó para que quedaran extenuados. Mientras que para cada uno de los razonamientos precedentes, eran sólo los enamorados de Eutidemo quienes los festejaban estrepitosamente; ahora, por poco también las columnas mismas del Liceo participaban de las aclamaciones a los dos hombres y exteriorizaban su regocijo por el éxito. Hasta yo mismo me sentía dispuesto a admitir que jamás había conocido hombres tan sabios y, subyugado completamente por el saber del que hacían gala, me dispuse a alabarlos y elogiarlos.
- ETD 280e-281e: Utilização correta
- ETD 282a-282e: A sabedoria é ensinável
- ETD 283a-288b: Retomada do debate com os Sofistas
- ETD 283e-284e: A intervenção de Ctesipo
- ETD 285a-287e: Sócrates acalma os espíritos
- ETD 285d-286b: Ctesipo e Dionisodoro
- ETD 286b-287e: O falso no pensamento, na linguagem e na ação
- ETD 287e-288b: A lição do debate
- ETD 288b-292e: O objeto da filosofia
- ETD 288d-290d: Em que condições uma arte é capaz de nos tornar feliz?