Fedro:230b-230e – Quadro da conversa

SÓCRATES.—¡Por Hera! ¡Precioso retiro! ¡Cuán copudo y elevado es este plátano! Y este agnocasto, ¡qué magnificencia en su estirado tronco y en su frondosa copa!, parece como si floreciera con intención para perfumar estos preciosos sitios. ¿Hay nada más encantador que el arroyo que corre al pie de este plátano? Nuestros pies sumergidos en él, acreditan su frescura. Este sitio retirado está sin duda consagrado a algunas ninfas y al río Aqueloo, si hemos de juzgar por las figurillas y estatuas que vemos. ¿No te parece que la brisa que aquí corre tiene cierta cosa de suave y perfumada? Se advierte en el canto de las cigarras un no sé qué de vivo, que hace presentir el estío. Pero lo que más me encanta son estas hierbas, cuya espesura nos permite descansar con delicia, acos­tados sobre un terreno suavemente inclinado. Mi querido Fedro, eres un guía excelente.

FEDRO.—Maravilloso, Sócrates, eres un hombre extraordinario. Porque al escucharte se te tendría por un extranjero a quien se hacen los honores del país, y no por un habitante de Ática. Probablemente tú no habrás salido jamás de Atenas, ni traspasado las fronteras, ni aun dado un paso fuera de muros.

SÓCRATES.—Perdona, amigo mío. Así es, pero es porque quiero instruirme. Los campos y los árboles nada me enseñan, y sólo en la ciudad puedo sacar partido del roce con los demás hombres. Sin embargo, creo que tú has encontrado recursos para curarme de este humor casero. Se obliga a un animal hambriento a seguirnos mostrándole alguna rama verde o algún fruto y tú, enseñán­dome ese discurso y ese papel que lo contiene, podrías obligarme a dar una vuelta al Ática y a cualquier parte del mundo si quisieras. Pero en fin, puesto que estamos ya en el punto elegido, yo me tiendo en la hierba. Escoge la actitud que te parezca más cómoda para leer y puedes comenzar.

FEDRO.—Escucha.

[Edición Electrónica de www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad ARCIS]