FEDRO.—¿Qué beneficio es ése? Me parece que nunca he oído hablar de él.
SÓCRATES.—-No parece bien que un amigo de las musas ignore estas cosas. Dícese que las cigarras eran hombres antes del nacimiento de las musas. Cuando éstas nacieron y el canto con ellas, hubo hombres que de tal manera se arrebataron al oír sus acentos, que la pasión de cantar les hizo olvidar la de comer y beber, y pasaron de la vida a la muerte sin darse cuenta de ello. De estos hombres nacieron las cigarras, y las musas les concedieron el privilegio, de no tener necesidad de ningún alimento, sino que, desde que nacen hasta que mueren, cantan sin comer ni beber; y además de esto, van a anunciar a las musas cuál es, entre los mortales, el que rinde homenaje a cada una de ellas. Así es que, haciendo conocer a Terpsícore los que la honran en los coros, hacen que esta divinidad sea más propicia a sus favorecidos. A Erato dan cuenta de los hombres que cultivan la poesía erótica; y a las otras musas hacen conocer los que les conceden la especie de culto que conviene a los atributos de cada una; a Calíope, que es la de mayor edad, y a Urania, la de menor, dan a conocer a los que dedicados a la filosofía cultivan las artes que les están consagradas. Estas dos musas, que presiden los movimientos de los cuerpos celestes y los discursos de los dioses y de los hombres, son aquellas cuyos cantos son melodiosos. He aquí materia para hablar y no dormir en esta hora del día.
[Edición Electrónica de www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad ARCIS]