Tanto en el platonismo como en el aristotelismo era imposible la comunicación directa del hombre con Dios. El estoicismo la exageraba, haciendo a su Dios inmanente al mundo. Plutarco adopta una posición intermedia. Conserva la trascendencia absoluta de Dios, pero entre el Dios trascendente y el Cosmos introduce una larga serie de seres intermediarios, en virtud del principio de la continuidad cósmica. Son los demonios, que tienen cuerpo, alma, inteligencia y pasiones como los hombres, pero son de mayor dignidad. Están sujetos al movimiento y al cambio. Son mortales en cuanto al cuerpo, pero de vida muy larga. Son los intérpretes, ministros y liturgos de Dios. Transmiten a Dios los deseos y las oraciones de los hombres. Vigilan los sacrificios. Inspiran los oráculos y la adivinación. Castigan las iniquidades y ejercen todas las funciones que Dios no podría realizar sin rebajarse, porque Dios no puede tener contacto con la materia, ni puede participar de las pasiones humanas. Tienen derecho a recibir los homenajes de los hombres. Unos son buenos y otros malos, y estos últimos son causa de las calamidades que la mitología pagana atribuye a los dioses. Para aplacarlos propone ritos bárbaros, y hasta obscenos.
«Así, pues, si se eliminara el aire que está entre la Tierra y la Luna, se disolvería la unidad y la cohesión del Universo porque quedaría en medio un espacio vacío; de la misma manera, los que no admiten la especie de los demonios dejan sin relación y sin correspondencia los hombres y los dioses», «Existen, pues, ciertas naturalezas intermedias entre los dioses y los hombres, sujetas a las pasiones humanas y a cambios inevitables. Debemos creer, conforme a las tradiciones de nuestros padres, que son los demonios, y con este nombre debemos venerarlos. Jenócrates, el amigo de Platón, recurría a los triángulos para poner un ejemplo de esta doctrina, y representaba a la divinidad con el triángulo equilátero; a la humanidad, con el triángulo escaleno, y a los demonios, con el triángulo isósceles. El primero tiene todos sus lados iguales; el segundo, todos desiguales ; el tercero, en parte iguales y en parte desiguales, lo mismo que la naturaleza de los demonios tiene en sí las pasiones humanas y la potencia divina. La misma naturaleza nos presenta también imágenes sensibles y símbolos que perciben los ojos: el sol y los astros son imágenes de los dioses, los meteoros, los cometas y las estrellas fugaces son imágenes de los mortales, la luna es un cuerpo mixto, y por esto es una imagen exacta de los demonios». «Y poco importa que esta doctrina provenga de los Magos de la secta de Zoroastro, o con Orfeo de la Tracia, o de Egipto, o de la Frigia».