Aunque la Teología de Plutarco tiene poco de original, no obstante cuando habla de Dios lo hace siempre con acentos de elevación y grandiosidad. Dios es uno, y no múltiple. Es trascendente, y está separado de todo el Universo. No tiene nada común ni ninguna relación con la materia, pues el solo contacto con ésta le mancharía (De Iside 54.373B; 78.382E). Es eterno. No tiene principio, pasado, ni futuro, sino sólo presente. Sencillamente es (estin). Se identifica con el Bien (De Iside 53.372F). Es inmutable e imperecedero. Está fuera del tiempo, del espacio y de todo lo contingente. Es impasible y carece de toda clase de necesidades (aprosdees). Vive contemplándose a sí mismo y a las Ideas eternas. Tiene todas las virtudes: bondad, justicia, sociabilidad y amistad (philia). Le repugna permanecer solitario, y necesita muchos mundos para comunicarse (De defectu orac. 24). Es causa del bien, pero no del mal. Por esto Dios no es el creador de la materia, la cual es eterna. Solamente es su ordenador. Ejerce providencia y gobierno sobre el mundo. No es perceptible por los sentidos, los cuales no pueden conocer el ser. No se parece en nada a los hombres, y por esto no se le debe representar antropomórficamente. Para invocarlo es exacta la fórmula de los antiguos que se dirigían a él diciéndole: «Tú eres Uno». También es adecuado el nombre de Apolo (a-pollos), porque excluye la multiplicidad; el de Ieio, porque indica que es uno solo; el de Febo, porque significa santo y puro (De Ei apud Delphos 20,393c). (Excertos de Guillermo Fraile, História da Filosofia)