ROBERT GRAVES — OS MITOS GREGOS
Nascimento de Hércules
c. Entretanto, Zeus, aprovechando la ausencia de Anfitrión, tomó la figura de él y, asegurando a Alcmena que sus hermanos estaban vengados, puesto que, en efecto, Anfitrión había ganado la victoria requerida aquella mañana misma, yació con ella toda una noche, a la que dio la duración de tres. Pues Hermes, por orden de Zeus, había mandado a Helio que apagase los fuegos solares y a las Horas que desunciesen su tiro y se quedasen al día siguiente en casa; porque la procreación de un paladín tan grande como el que se proponía engendrar Zeus no se podía realizar apresuradamente. Helio obedeció, rezongando con el recuerdo de los buenos tiempos pasados, cuando el día era día y la noche era noche; y cuando Crono, el entonces Dios Omnipotente, no abandonaba a su esposa legal para irse a Tebas en busca de aventuras amorosas. Hermes ordenó luego a la Luna que siguiese lentamente su órbita, y al Sueño que amodorrase a la humanidad de tal modo que nadie se diera cuenta de lo que sucedía. Alcmena, completamente engañada, escuchó complacida el relato de Zeus acerca de la aplastante derrota infligida a Pterelao en Ecalia, y holgó inocentemente con su supuesto marido durante aquellas treinta y seis horas. Al día siguiente, cuando Aifitrión volvió, rebosante de entusiasmo por la victoria y lleno de pasión por ella, Alcmena no le acogió en el lecho matrimonial con el arrobamiento que él esperaba. «Anoche no cerramos los ojos— se quejó ella— y seguramente no esperarás que escuche por segunda vez el relato de tus hazañas.» Anfitrión, que no pudo comprender esas palabras, consultó con el adivino Tiresias, quien le dijo que Zeus le había hecho cornudo; y en adelante no se atrevió a volver a dormir con Alcmena por temor a incurrir en los celos divinos.
d. Nueve meses después, en el Olimpo, Zeus se jactó casualmente de que había engendrado un hijo, que estaba a punto de nacer, quien se llamaría Heracles, que significa «Gloria de Hera», y gobernaría la noble casa de Perseo. Al oír esto, Hera le hizo prometer que si a la casa de Perseo le nacía algún príncipe antes de anochecer sería Rey Supremo. Cuando Zeus hizo al respecto un juramento inviolable, Hera fue inmediatamente a Micenas, donde apresuró los dolores de parto de Nicipe, esposa del rey Esténelo. Luego corrió a Tebas y se sentó con las piernas cruzadas ante la puerta de Alcmena, con las ropas atadas en nudos y los dedos fuertemente entrelazados; de ese modo demoró el nacimiento de Heracles hasta que Euristeo, hijo de Esténelo, sietemesino, estuvo ya en su cuna. Cuando nació Heracles, con una hora de retraso, se encontró con que tenía un hermano mellizo llamado Ificles, hijo de Anfitrión y una noche más joven. Pero algunos dicen que Heracles, y no Ificles, era una noche más joven; y otros, que los mellizos fueron engendrados en la misma noche y nacieron juntos y que el Padre Zeus iluminó divinamente la alcoba donde nacieron. Al principio se llamó a Heracles Alceo o Palemón.
e. Cuando Hera volvió al Olimpo y se jactó tranquilamente de haber conseguido mantener a Ilitía, diosa del parto, alejada de la puerta de Alcmena, Zeus fue presa de una gran ira; asió a su hija mayor Ate, quien le había impedido ver el engaño de Hera, juró que nunca volvería a visitar el Olimpo, la hizo girar alrededor de su cabeza sujetándola por la cabellera dorada y la lanzó a la tierra. Aunque Zeus no podía violar su juramentó y permitir a Heracles que gobernase la casa de Perseo, convenció a Hera para que accediese a que, después de realizar cualesquiera doce trabajos que le señalara Euristeo, su hijo se convirtiese en un dios.
f. Ahora bien, a diferencia de los anteriores amores humanos de Zeus, desde Níobe en adelante, Alcmena había sido elegida no tanto por su placer —aunque superaba a todas las demás mujeres de su época en belleza, dignidad y prudencia—, sino con el propósito de engendrar un hijo lo bastante poderoso para proteger tanto a los dioses como a los hombres contra la destrucción. Alcmena, decimosexta descendiente de Níobe, fue la última mujer mortal con la que yació Zeus, pues no veía la posibilidad de engendrar a otro héroe que pudiera igualarse a Heracles; y honró a Alcmena tanto
que, en vez de violarla rudamente, se molestó en disfrazarse de Anfitrión y la cortejó con palabras y caricias afectuosas. Sabía que Alcmena era incorruptible y cuando al amanecer le regaló una copa carquesia, ella la aceptó sin dudar como un botín ganado en la victoria: un legado de Posidón a su hijo Telebo.
g. Algunos dicen que Hera no impidió personalmente el parto de Alcmena, sino que envió brujas para que lo hicieran, y que Historis, hija de Tiresias, las engañó lanzando un grito de alegría desde la alcoba del parto —que todavía se muestra en Tebas—, de modo que ellas se alejaron y permitieron que naciera el niño. Según otros, fue Ilitía quien impidió el parto por orden de Hera, y una fiel sirvienta de Alcmena, la rubia Galantis, o Galen, la que salió de la alcoba para anunciar, falsamente, que Alcmena había dado a luz. Cuando Ilitía se levantó sorprendida, desentrelazó los dedos y descruzó las piernas, nació Heracles y Galantis se echó a reír ante el buen éxito del engaño, lo que hizo que Ilitía la asiese por el cabello y la convirtiese en una comadreja. Galántis siguió frecuentando la casa de Alcmena, pero Hera le castigó por haber mentido: la condenó en perpetuidad a parir los hijos por la boca. Cuando los tebanos rinden a Heracles los honores divinos todavía ofrecen sacrificios preliminares a Galantis, a la que llaman también Galintias y la describen como hija de Preto; dicen que fue la nodriza de Heracles y que él le construyó un templo6.
h. Los atenienses se burlan de este relato tebano. Sostienen que Galantis era una ramera, a la que Hécate convirtió en comadreja en castigo por practicar una lujuria no natural, y que cuando Hera prolongó indebidamente el parto de Alcmena pasó por allí casualmente y la asustó haciendo que diera a luz.
i. El natalicio de Heracles se celebra el cuarto día de cada mes; pero algunos sostienen que nació cuando el Sol entraba en el Décimo Signo; otros que la Osa Mayor, girando hacia el oeste a medianoche sobre Orion —lo que hace cuando el sol abandona el duodécimo signo— lo contempló en su décimo mes.