Hípias Maior (trad. em espanhol)

El Hipias Mayor es un diálogo aporético: el problema planteado queda sin resolver al finalizar la discusión. Tiene una extensión de casi el doble que el Hipias Menor, y este dato es, sin duda, suficiente para explicar los adjetivos comparativos que sirven para distinguir un diálogo del otro. Aunque en la Antigüedad no existió problema sobre la autenticidad de este diálogo, algunos filólogos han puesto en duda, en los dos últimos siglos, la atribución de este diálogo a Platón. Parece tan difícil admitir las objeciones alegadas, como creer ciegamente en la autenticidad del diálogo. En todo caso, esta obra figurará siempre en el corpus platónico, porque, a pesar de los problemas que pueda suscitar su atribución a la pluma de Platón, es una obra de corte platónico en lo literario, en lo filosófico y en la forma general del tratamiento del tema.

La cuestión discutida en este diálogo es la de lo bello en sí mismo, la esencia que debe subyacer a todas las cosas bellas para que sean bellas. En principio podría parecer que se trata de un estudio independiente sobre este tema al que más tarde el autor le hubiera asignado los nombres de Hipias y Sócrates para defender las partes, y al que hubiera colocado una bella y artística introducción que va hasta 286c, donde empieza el verdadero tema del diálogo. Hásta tal punto la parte dedicada al tema de lo bello en sí constituye un. bloque bien caracterizado. Sin embargo, los dialogantes no pueden ser otros que Sócrates e Hipias. En el caso de Sócrates, no hay la menor duda. La introducción de ese personaje de carácter áspero en la búsqueda de la verdad, precisamente desde las primeras lineas en que se aborda el tema de lo bello, así como su constante presencia a lo largo de todo el resto del diálogo, nos demuestran que el tema está tratado desde el supuesto de que Sócrates es un interlocutor obligado. Quizá no parece tan obligado que el otro interlocutor haya de ser Hipias, pero la verdad es que el personaje está perfilado muy frecuentemente y muy bien. Es imposible en el diálogo tomar el tema separándolo de los interlocutores; la trabazón es completa. Es claro que el tema del diálogo podría haberse tratado con dialogantes no caracterizados, pero en el caso de este diálogo se puede decir que no ha sido escrita una sola línea sin tener presente que los que dialogaban eran, precisamente, Sócrates e Hipias.

Admitido lo que precede, como no puede ser por menos, comprobamos que la bella parte introductiva está, concretamente, destinada a la caracterización de los dos personajes, especialmente de Hipias, puesto que Sócrates aparece diseñado por contraste y, además, es ya un personaje canónico. Nos encontramos, pues, con un diálogo completamente trabado desde el principio hasta el fin con unidad interna precisa. Dos rasgos llaman, sin embargo, la atención: la ironía y la agresividad. Se trata sólo de una distinción de grado. Los dos personajes se expresan con más dureza de la habitual. La irritación de Hipias y la dura ironía de Sócrates desde 300c hasta 302a, así como las últimas palabras de Hipias en 304a, dejan una impresión de agresividad que no aparece en otros diálogos. Sin duda, hay más pasión, por ejemplo, en la discusión de Calicicles con Sócrates en el Gorgias, pero ese apasionamiento, e incluso irritación, no deja la impresión de la enemistad a flor de piel que se observa en nuestro diálogo. La ironía de Sócrates, antes aún de entrar en el tema de lo bello, no es una ironía contra los argumentos sino contra la persona, cuya descalificación se busca.

Es difícil explicarse por qué Platón decidió enfrentar dos veces, como únicos dialogantes, a Sócrates y a Hipias. No lo ha hecho con Protágoras ni con Gorgias, sofistas más representativos que Hipias. Puede ser que no quisiera volver a tocar a Protágoras, muerto casi un tercio de siglo antes de que Platón pudiera tener la idea de dar su nombre a un segundo diálogo. Gorgias era ya un anciano de cerca de 100 años al que no parecía oportuno hacer aparecer de nuevo en un diálogo. En cambio, Hipias era más joven y, durante algún tiempo, cuando ya Gorgias era muy viejo, debió de ser el sofista de más prestigio. Nuevamente, como en el Hipias Menor, se trata a este sofista muy por debajo de sus méritos reales. La imagen que nos llega a través de los dos diálogos resalta los defectos de Hipias -que ciertamente debió de ser un pozo de vanidad- sin hacer visibles sus notables méritos. Un juicio sobre Hipias sacado de su actuación en los dos diálogos citados tendría algo que ver con una parte de la realidad, pero no daría la medida de lo que realmente fue este sofista. Es curioso considerar que, si es cierto que Platón le dedicó dos diálogos, las dos veces lo haya tratado del mismo modo.

El Hipias Mayor ha dado lugar a la discusión de si el concepto de lo bello en sí, es decir, el que las cosas bellas son bellas por la presencia de lo bello, no es ya el comienzo de la teoría platónica de las ideas. Una afirmación semejante aparece en el Eutifrón 6d. Parece evidente que, de la pura abstracción socrática a la «teoría de las ideas», hay una vía en la que sería difícil determinar un punto exacto en el que se produzca el término de la una y el comienzo de la otra. Es el contexto general de un diálogo el que permite afirmar qué expresiones de este tipo deben ser tomadas en uno u otro sentido. El contexto de Hipias Mayor no da lugar a pensar que Platón se haya desprendido todavía de los moldes socráticos.

NOTA SOBRE LA TRADUCCION
Para la versión española se ha seguido el texto de BURNET, Platonis Opera, vol. III, Oxford, 1903 (reimpresión, 1974). FONTE:LIBROdot.com