HMEN 375a-376c: Exagero da tese, redução ao absurdo

Sóc. -¿La condición natural de un caballo con el que se cabalga mal voluntariamente es mejor que la de aquel con el que se hace mal esto involuntariamente?

Hip. -Seguramente.

Sóc. -Entonces, es mejor.

Hip. -Sí.

Sóc. -Así pues, con un caballo de buena condición se podría intencionadamente realizar las obras propias de esta buena condición en sentido contrario; en cambio, con el de mala condición natural se realizan éstas involuntariamente.

Hip. -Sin duda.

Sóc. -¿No sucede lo mismo con la condición natural del perro y con la de todos los otros animales?

Hip. -Sí.

Sóc. -¿Y qué, entonces? ¿El alma de un arquero es mejor si yerra el blanco voluntariamente, o si yerra involuntariamente?

Hip. – Si yerra voluntariamente.

Sóc. -¿Luego es ésta mejor para el tiro al arco?

Hip. – Sí.

Sóc. -¿Entonces, el alma que yerra involuntariamente es peor que la que yerra voluntariamente?

Hip. -Al menos, en el tiro al arco.

Sóc. -¿Y en la medicina? ¿No es más conocedora de la medicina el alma que hace mal a los cuerpos voluntariamente?

Hip. -Sí.

Sóc. -Luego, en este arte, ésta es mejor que la que no lo hace voluntariamente.

Hip. -Sí, es mejor.

Sóc. -¿Qué, pues? Del mismo modo lo es la más conocedora del arte de tocar la cítara y del arte de tocar la flauta; y respecto a todas las artes y conocimientos, ¿no es mejor la que voluntariamente hace las cosas mal y torpemente y comete errores, y es peor la que hace esto involuntariamente?

Hip. -Así parece.

Sóc. -Pero, ciertamente, preferiríamos como almas de los esclavos las que cometen errores y obran mal voluntariamente, más bien que las que hacen esto involuntariamente, en la idea de que son mejores para esto.

Hip. -Sí.

Sóc. -Y nuestra propia alma, ¿no quisiéramos que fuera lo mejor posible?

Hip. -Sí.

Sóc. -¿No es cierto que será mejor, si obra mal y comete errores voluntariamente, que si lo hace involuntariamente?

Hip. -Sería horrible, Sócrates, que los que obran mal voluntariamente fueran mejores que los que obran mal contra su voluntad.

Sóc. -Sin embargo, así resulta de lo que hemos dicho.

Hip. -No, ciertamente, para mí.

Sóc. -Yo creía, Hipias, que también te parecía a ti así. Pero respóndeme de nuevo. ¿No es la justicia una fuerza o una ciencia, o bien lo uno y lo otro juntos? ¿O no es necesario que la justicia sea una de estas cosas?

Hip. -Sí es necesario.

Sóc. -¿No es cierto que, si la justicia es una fuerza del alma, el alma más fuerte es más justa? En efecto, un alma así nos ha resultado ser mejor, amigo mío.

Hip. -Si.

Sóc. -¿Y si es una ciencia? ¿No es más justa el alma más sabia, y es menos justa la menos sabia?

Hip. -Así resulta.

Sóc. -¿No es cierto que la más fuerte y la más sabia ha resultado ser mejor y más capaz de realizar ambas cosas, lo bueno y lo malo, en cualquier actividad?

Hip. -Sí.

Sóc. -Luego cuando realiza lo feo, lo realiza. voluntariamente por su fuerza y por su arte; esto parece ser propio de la justicia: o bien lo bueno y lo malo, o una sola de estas dos cosas.

Hip. -Parece que sí.

Sóc. -Y el cometer injusticia es hacer mal, y no cometerla es hacer bien.

Hip. -Sí.

Sóc. -¿No es cierto que el alma más fuerte, cuando comete injusticia, lo hace voluntariamente y la mala, involuntariamente?

Hip. – Así parece.

Sóc. -¿No es un hombre bueno el que tiene un alma buena, y es malo el que la tiene mala?

Hip. -Sí.

Sóc. -Luego es propio del hombre bueno cometer injusticia voluntariamente y del malo, hacerlo involuntariamente, si, en efecto, el hombre bueno tiene un alma buena.

Hip. -Pero, ciertamente, la tiene.

Sóc. -Luego el que comete errores voluntariamente y hace cosas malas e injustas, Hipias, si este hombre existe, no puede ser otro que el hombre bueno.

Hi. -No me es posible admitir eso, Sócrates.

Sóc. -Tampoco yo puedo admitirlo, Hipias, pero necesariamente nos resulta así ahora según nuestro razonamiento. Pero, como decía antes, yo ando vacilante de un lado a otro respecto a estas cosas y nunca tengo la misma opinión. Y no es nada extraño que ande vacilante yo y cualquier otro hombre inexperto. Pero el que también vosotros, los sabios, vaciléis, esto es ya tremendo para nosotros, que ni siquiera dirigiéndonos a vosotros vamos a cesar en nuestra vacilación.