HPM 287d-289d: Primeira tentativa de definição da beleza

Sóc. -Sin embargo, es evidente que tú lo sabes mejor. A pesar de eso, amigo, reflexiona. No te pregunta qué es bello, sino qué es lo bello.

Hip. -Ya entiendo, amigo; voy a contestarte qué es lo bello y es seguro que no me refutará. Ciertamente, es algo bello, Sócrates, sábelo bien, si hay que decir la verdad, una doncella bella.

Sóc. – ¡Por el perro, Hipias, que has contestado bella y brillantemente! ¿Es cierto que, si respondo eso, habré contestado a la pregunta correctamente y que no hay riesgo de que se me refute?

Hip. – ¿Cómo podrías ser refutado, Sócrates, en una cosa en la que todos los hombres piensan lo mismo y todos los oyentes confirmarían que tienes razón?

Sóc. – Bien, ciertamente lo harán. Deja, Hipias, que yo examine para mis adentros lo que dices. Nuestro hombre me hará, poco más o menos, esta pregunta: « ¡Ea!, Sócrates, contesta. ¿Todas las cosas que tu afirmas que son bellas, sólo son bellas si existe lo bello en sí mismo?» Yo diré que si una doncella hermosa es una cosa bella, hay algo por lo que estas cosas son bellas.

Hip. – ¿Crees, en efecto, que él intentará aún argumentar que no es bello lo que tú dices y que, si lo intenta, no quedará en ridículo?

Sóc. – Sé bien que lo intentará, admirable amigo. El resultado nos mostrará si va a quedar en ridículo al intentarlo. Quiero manifestarte lo que él nos va a decir.

Hip. -Dilo ya.

Sóc. – «¡Qué agradable eres, Sócrates!, dirá él. ¿No es algo bello una yegua bella a la que, incluso, el dios ha alabado en el oráculo?» ¿Qué le contestaremos, Hipias? ¿No es cierto que debemos decir que también le yegua, la que es bella, es algo bello? ¿Cómo nos atreveríamos a negar que lo bello no es bello?

Hip. – Tienes razón, Sócrates, puesto que también el dios dice esto con verdad. En efecto, en mi tierra hay yeguas muy bellas.

Sóc. – «Sea, dirá él. ¿Y una lira bella no es algo bello?» ¿Decimos que sí, Hipias?

Hip. – Sí.

Sóc. -Él dirá a continuación, y lo sé casi seguro fundándome en su modo de ser: « ¿Y una olla bella, no es acaso algo bello?

Hip. -Pero, ¿quién es ese hombre, Sócrates? Un mal educado para atreverse a decir palabras vulgares en un tema serio.

Sóc. – Así es él, Hipias, desatildado, grosero, sin otra preocupación que la verdad. Pero, sin embargo, hay que responderle, y yo me adelanto a hacerlo. Si un buen alfarero hubiera dado forma a la olla, alisada, redonda y bien cocida, como algunas bellas ollas de dos asas, de las que caben seis coes, tan bellas, si preguntara por una olla así, habría que admitir que es bella. ¿Cómo diríamos que no es bello lo que es bello?

Hip. -De ningún modo, Sócrates.

Sóc. – « ¿También, dirá él, una olla bella es algo bello?» Contesta.

Hip. – Así es, Sócrates, creo yo. También es bella esta vasija si está bien hecha, pero, en suma, esto no merece ser juzgado como algo bello en comparación a una yegua, a una doncella y a todas las demás cosas bellas.

Sóc. – Está bien. Ya comprendo, Hipias, que entonnosotros debemos responder lo siguiente al que nos hace tal pregunta. «Amigo, tú ignoras que es verdad lo que dice Heraclito, que, sin duda, el más bello de los monos es feo en comparación con la especie humana y que la olla más bella es fea en comparación con las doncellas, según dice Hipias, el sabio». ¿No es así, Hipias?

Hip. – Exactamente, Sócrates; has respondido correctamente.

Sóc. -Escucha. Yo sé que tras esto él dirá: «Pero ¿qué dices, Sócrates? Si alguien compara a las doncellas con las diosas, ¿no experimentará lo mismo que al comparar las ollas con las doncellas? ¿No es cierto que la doncella más bella parecerá fea? ¿Acaso no dice también Heraclito, a quien tú citas, que el hombre más sabio comparado con los dioses parece un mono en sabiduría, en belleza y en todas las demás cosas?» ¿Debemos admitir, Hipias, que la doncella más bella es fea en comparación con las diosas?

Hip. – ¿Quién podría oponerse a eso, Sócrates?

Sóc. – Pues bien, si admitimos esto, se reirá y dirá: «¿Tienes presente, Sócrates, lo que se te preguntó?» Yo le diré que se me preguntaba qué era realmente lo bello en sí mismo. A continuación él dirá: «¿Se te pregunta por lo bello y tú respondes con lo que precisamente no es más bello que feo, según tú mismo dices?». «Así parece», diré yo. ¿Es que tú me aconsejas decir algo, amigo?

Hip. -Digo eso mismo; y, ciertamente, él dirá verdad al decir que con relación a los dioses la raza humana no es bella.

Sóc. – « Si te hubiera preguntado desde el principio, dirá él, qué cosa es bella y a la vez fea y tú me hubieras respondido lo que ahora, habrías contestado correctamente. ¿Crees tú aún que lo bello en sí, eso con lo que todas las demás cosas se adornan y aparecen bellas cuando se les une esta especie, es una doncella, una yegua o una lira?»