HPM 295c-296e: Quarta tentativa de definição da beleza

Sóc. — Mira ahora de nuevo si te parece a ti que lo que voy a decir es lo bello -pero examínalo prestándome mucha atención, no sea que yo diga tonterías: tomemos como bello lo que es útil. He hablado haciendo la reflexión de este modo: son bellos los ojos, no los de condición tal que no pueden ver, sino los que sí pueden y son útiles para ver. ¿Es así?

Hip. – Sí.

Sóc. – Luego también, siguiendo de este modo, decimos que todo el cuerpo es bello bien para la carrera, bien para la lucha, y lo mismo, todos los animales, un caballo, un gallo, una codorniz; los enseres y todos los vehículos, de tierra; en el mar, los barcos y las trirremes, y todos los instrumentos, los de música. y los de las otras artes, y, si quieres, las costumbres y las leyes; en suma, llamamos bellas a todas estas cosas por la misma razón, porque consideramos en cada una de ellas para qué han nacido, para qué han sido hechas, para qué están determinadas, y afirmamos que lo útil es bello teniendo en cuenta en qué es útil, con respecto a qué es útil y cuándo es útil; lo inútil para todo esto lo llamamos feo ¿Acaso no piensas tú también así, Hipias?

Hip. – Sí lo pienso.

Sóc. -¿Luego afirmamos rectamente ahora que lo útil es precisamente bello, más que cualquier otra cosa?

Hip. – Lo afirmamos rectamente, Sócrates.

Sóc. – ¿Lo que es capaz de realizar una cosa es útil para lo que es capaz, y lo que no es capaz es inútil?

Hip. -Sin duda.

Sóc. – ¿Luego el poder es algo bello y la falta de poder, algo feo?

Hip. – Totalmente, Sócrates. Otras cosas te darán testimonio de que esto es así, sobre todo la política; entre los políticos y en sus propias ciudades ejercer el poder es lo más bello; no tener ningún poder es lo más feo.

Sóc. -Muy bien. Por los dioses, Hipias, ¿acaso por esto la sabiduría es lo más bello y la ignorancia lo más feo?

Hip. – ¿Qué estás pensando, Sócrates?

Sóc. – Conserva la calma, amigo. Me da miedo pensar qué es lo que realmente estamos diciendo.

Hip. – ¿Qué temes de nuevo, Sócrates? Ahora tu razonamiento se ha producido perfectamente.

Sóc. -Así quisiera yo, pero examina esto conmigo. ¿Acaso haría alguien algo que no conoce ni puede hacer en absoluto?

Hip. -De ningún modo. ¿Cómo va alguien a hacer lo que no puede hacer?

Sóc. -Los que cometen errores y hacen mal y lo hacen contra su voluntad, ¿no es cierto que no harían nunca esto si no pudieran hacerlo?

Hip. -Es evidente.

Sóc. -Luego los que pueden son potentes por el poder, no por la falta de poder.

Hip. -No lo son, ciertamente, por la falta de poder.

Sóc. – ¿Todos los que son potentes pueden hacer lo que hacen?

Hip. — Sí.

Sóc. -Todos los hombres hacen más males que bienes, empezando desde niños y cometen errores involuntariamente.

Hip. – Así es.

Sóc. – ¿Qué podemos decir? Este poder y estas cosas útiles para hacer el mal, ¿acaso vamos a decir que son cosas bellas o bien estamos lejos de ello?

Hip. -Lejos, Sócrates, pienso yo.

Sóc. -Luego, según parece, Hipias, lo potente y lo útil no es, para nosotros, lo bello.

Hip. – Lo es al menos, Sócrates, cuando puede hacer bien y es útil para esto.

Sóc. – Se nos va, por tanto, la idea de que lo potente y lo útil sean simplemente lo bello. Pero, ¿es acaso esto lo que nuestra mente quería decir, a saber, que lo útil y lo potente para hacer el bien es lo bello?

Hip. – Así me lo parece.