Tratado 17 (II, 6) — SOBRE LA CUALIDAD Y LA FORMA

1. ¿Es el ser algo diferente de la sustancia? ¿Deberá considerársele como algo privado de las demás cosas, y a la sustancia como algo que se presenta con las demás cosas, el movimiento, el reposo, la identidad y la diferencia, que son como los elementos de ella? ¿Es la sustancia un conjunto en el que se incluyen el ser, el movimiento y cualquier otra cosa? El movimiento será entonces un ser por accidente; pero, ¿es también sustancia por accidente o es algo que completa a la sustancia? Es, desde luego, sustancia, al igual que lo son todas las cosas del mundo inteligible. Pero, ¿cómo no ocurre lo mismo en el mundo sensible? Porque en el mundo inteligible todas las cosas son una misma, en tanto en el mundo sensible se toman por separado las imágenes, que forman cosas distintas. Igual acontece con la simiente, donde todas las partes están reunidas y cada una es todas las demás; también la mano y la cabeza no han de tomarse separadamente, y aquí, en cambio, aparecen como partes separadas unas de otras; porque se trata, sin duda, de imágenes no verdaderas.

¿Diremos, pues, que en, el mundo inteligible las cualidades son diferencias de la sustancia que se encuentran en la sustancia o en el ser, y que hacen a la vez que las sustancias se diferencien entre sí y sean enteramente sustancias? Esto puede admitirse, pero referido a las cualidades de los seres de este mundo, algunas de las cuales son diferencias de las sustancias, como “bípedo” y “cuadrúpedo”, en tanto otras no son diferencias sustanciales sino sólo lo que llamamos cualidades. De aquí que la misma cosa pueda ser unas veces una diferencia que llena enteramente (a la sustancia), y otras, no una diferencia que la complete, sino un accidente; al modo como lo blanco es algo que completa a la sustancia en la nieve o en la cerusa, en tanto en ti es un accidente. Lo blanco, en un caso, sirve de complemento a la sustancia, y no es una cualidad; en el otro, es una cualidad que se manifiesta en la superficie. Salvo que se divida la cualidad, de modo que aparezcan de una parte las cualidades sustanciales, propias de la sustancia, y de otra las cualidades que son tan sólo cualidades, según las que se califica a la sustancia. Estas últimas no producen la diferenciación de la sustancia, ni se originan de ella, sino que, en una sustancia ya completa, introducen una disposición externa, añadiéndose además después de la sustancia, ya se trate de un alma o de un cuerpo.

Si lo blanco que se ve en la cerusa fuese el complemento de ella, ¿no ocurriría lo mismo con el cisne? Porque es claro que podría no ser blanco. El calor es, igualmente, el complemento del fuego; pero, ¿y si se dijese que el calor es la sustancia del fuego y que su análogo es la sustancia de la cerusa? No habría duda de que, en el fuego que cae a nuestra vista, el calor sirve de complemento a su sustancia, lo mismo que en la cerusa la blancura. Por tanto, las mismas cosas no son cualidades cuando completan una sustancia, y lo son en cambio cuando no la completan; y resulta ciertamente absurdo que sean una cosa en los seres cuya sustancia completan, y otra en aquellos seres en que no la completan, pues su naturaleza sigue siendo la misma.

Tal vez las razones seminales que producen las cualidades sustanciales resulten enteramente sustanciales; ahora bien, esas cualidades ya producidas vienen a ser algo en los seres inteligibles, en tanto en los seres sensibles son tan sólo cualidades. Por ello nos equivocamos siempre al aventurarnos búsqueda de lo que es el ser y cuando, dejando a un lado su quididad, descendemos a la cualidad; así, por ejemplo, el fuego no es lo que nosotros decimos, fijándonos únicamente en su cualidad, sino que constituye una sustancia, aunque lo que nosotros veamos de él y en lo que nos basamos para definirlo, nos aleje de lo que realmente es y nos lleve a precisar su cualidad. Esto parece natural en lo que atañe a las cosas sensibles, ninguna de las cuales es una sustancia, sino sólo afecciones de ella. De ahí la cuestión planteada: ¿cómo una sustancia puede estar hecha de cosas que no son sustancias? Se ha dicho ya que no es necesario que una cosa sea idéntica a aquellas otras de las que proviene; ahora debe añadirse que lo que ha llegado a ser no es enteramente una sustancia. Pero, ¿cómo podría decirse lo mismo de los seres inteligibles, esto es, que la sustancia está hecha de algo que no es sustancia? Diremos que allí, en el mundo inteligible, la sustancia tiene un significado más pleno de autoridad y de pureza; y se da también en las diferencias del ser, o mejor, lo que llamamos sustancia ha de contar con la adición de sus actos. Eso parece la perfección del ser inteligible, aunque tal vez con esta adición y esta mezcla llegue a hacerse peor y a alejarse de su naturaleza.

2. Hay que tomar en consideración, sin embargo, una definición general de la cualidad; posiblemente, el conocimiento de lo que es evitará con más razón las dificultades.

Hemos de preguntamos en primer lugar si una misma cosa puede tomarse como cualidad y también como complemento de una sustancia; en tal caso, no deberemos sorprendemos de que sea el complemento de una sustancia, y de una sustancia dotada de cualidades. Pero conviene que una sustancia dotada de cualidades sea ante todo una sustancia y posea una quididad. Es lo que ocurre con el fuego, que se ofrece como sustancia antes de contar con las cualidades. Pero, ¿se trata entonces de un cuerpo? El género sustancial será en tal caso el cuerpo; mas el fuego es un cuerpo dotado de calor, y la totalidad de cuerpo y calor no compone una sustancia, sino que el calor se encuentra en el fuego como lo romo en la nariz. Privado el fuego de su calor, de su luz y ligereza, cosas todas ellas que parecen ser cualidades, queda tan sólo algo extenso en el espacio, resistente al vez a las tres dimensiones: esa sustancia es, precisamente, la materia. Sin embargo, esto no parece verdadero, porque sustancia es, sobre todo, la forma, y la forma es, además, cualidad. O, de no ser cualidad, ha de ser, al menos, razón. Pero, ¿qué es lo compuesto de una razón y de un substrato? No es, desde luego, lo que vemos y lo que brilla en el fuego, que se ofrecen realmente como sus cualidades. Salvo que se diga que quemar viene a ser un acto de la razón seminal; pero lo mismo habrá que considerar entonces el acto de calentar, el de blanquear y todos los demás actos. En ese caso nada dejaríamos para la cualidad.

Indudablemente, no deberá llamarse cualidades a todo lo que constituye el complemento de una sustancia; porque se trata de actos que provienen de las razones seminales y de potencias que se encuentran en las sustancias. La verdadera cualidad aparece fuera de toda sustancia, no mostrándose como cualidad y como algo que no lo es, pues en verdad excede a la sustancia misma. Tomemos el ejemplo de la virtud y el vicio, de la fealdad y la belleza, o incluso el de la salud y la representación de tal forma. No es cualidad la forma, esto, es el triángulo o el cuadrado, sino el hecho de adoptar la forma triangular, como tampoco es cualidad la triangularidad, sino el recibir dicha forma; se trata, sin duda, de artes y de disposiciones. He aquí, pues, que la cualidad viene a ser también una disposición que se encuentra en las sustancias reales, o algo traído de fuera, o que se da en la sustancia desde un principio. La sustancia, sin embargo, no la echada de menos, si no la poseyese. Digamos que las cualidades son fácil y difícilmente mudables; de modo que existen dos clases de ellas: las que cambian con facilidad y las que perseveran en sí mismas.

3. Lo blanco que hay en ti no ha de ser considerado como una cualidad, sino como un acto que proviene claramente de la potencia de emblanquecer. En el mundo de los seres inteligibles todas las cosas que llamamos cualidades no son otra cosa que actos; si las tomamos indebidamente como cualidades lo es porque cada una resulta lo propio de una sustancia, a la que delimita, manifestando su privativo carácter. Pero, ¿en qué se diferencian las cualidades del mundo sensible de las cualidades del mundo inteligible? Porque es claro que ambas son actos. Digamos a este respecto que la cualidad en el mundo sensible no manifiesta lo que es la sustancia; ni señala igualmente la diferenciación de las sustancias o su carácter. Sólo hace ver lo que llamamos cualidad, y que, en el mundo inteligible, constituye un acto. De modo que cuando una cualidad tiene la consideración de sustancia se revela por esto mismo como algo que no es cualidad; y cuando mentalmente separamos lo propio de la sustancia, sin que por ello la privemos de nada, ya que lo que hacemos es tomar y producir otra cosa, producimos realmente algo que es la cualidad misma, pero comprendiendo aquí la parte de la sustancia que aflora a la superficie. Si esto es así, nada impide que el calor, connatural de por sí al fuego, sea una forma y un acto del fuego y no una cualidad de él; pero puede ser también, por otra parte, una cualidad, si se la considera aislada en otro sujeto. No es entonces la forma de una sustancia, sino sólo una huella, una sombra y una imagen que ha dejado abandonada a su sustancia, y es verdaderamente una cualidad. He aquí, pues, que todos los accidentes no son actos y que algunas formas esenciales recibidas por las sustancias son cualidades.

Tal acontece con los hábitos y las demás disposiciones de los sujetos a las que llamamos cualidades aunque es claro que sus arquetipos, en los que existen desde un principio, son desde luego actos. No puede decirse que una misma cosa sea y no sea una cualidad, sino que la cualidad es algo aparte de la sustancia. Lo que se aparece con ella constituye una forma o un acto, porque no es lo mismo lo que permanece en sí y lo que se da en otro sujeto, apartándose de su forma y de su acto. Y aquello que nunca es forma de otra cosa, sino siempre y en todo caso accidente, resulta ser una pura cualidad y sólo eso.

Postagens em