Igal: Tratado 2,2 (IV, 7, 2) — A alma não é um corpo e ela não é corporal

2. Pero, ¿qué naturaleza tiene el alma? Si es un cuerpo, podrá descomponerse en su totalidad, porque todo cuerpo es compuesto. Si no es un cuerpo, y sí algo de naturaleza distinta, convendrá examinar esta naturaleza de la misma manera o de alguna otra.

Más, ante todo, deberá considerarse en qué puede descomponerse ese cuerpo al que llamamos alma. Porque, como la vida pertenece necesariamente al alma, si ese cuerpo que es el alma está compuesto de dos o más, o bien cada uno de ellos tiene una vida que le es connatural, o bien — en el caso de que sean dos — uno la posee y el otro no, o incluso no la posee ninguno de ellos. Si la vida pertenece a uno de los dos, ese cuerpo será precisamente el alma. Pero, ¿qué podría ser realmente un cuerpo que tiene la vida por sí mismo? Porque tanto el fuego, como el aire o la tierra son por sí mismos seres inanimados, con lo cual si el alma asienta en alguno de estos seres, la vida de la que cada uno disponga le resultará siempre algo extraño. Ahora bien, no hay otros cuerpos más que los citados, y si para algunos existen otros elementos, no los considerarán como almas, sino como cuerpos, y como cuerpos que carecen de vida. Pero si ninguno de ellos posee la vida, absurdo sería decir que su encuentro la produce. Porque si cada uno de ellos la poseyese, tendríamos ya suficiente con un cuerpo. Además, mucho más difícil sería que una reunión de cuerpos produjese la vida y que seres sin inteligencia engendrasen la inteligencia. Podría argüirse, sin duda, que no se trata aquí de una mezcla de escaso valor. Pero convendría presuponer entonces un ordenador y una causa de esta mezcla, la cual tendría la consideración de alma. Porque es claro que no podría existir ningún cuerpo compuesto, e incluso ningún cuerpo simple, si no existe a la vez el alma universal, siendo como es la razón que se incorpora a la materia la encargada de producir un cuerpo. Y una razón, ya es sabido, no proviene de otra cosa que de un alma.