Igal: Tratado 2,5 (IV, 7, 5) — Na alma, a parte é idêntica ao todo

5. ¿Cómo, pues, produce varios movimientos y no uno solo, teniendo como tiene un único movimiento para todo cuerpo? Si se hace descansar la causa de unos actos en decisiones de la voluntad, y la de otros en razones, todo esto está bien; pero hemos de considerar que ni las decisiones de la voluntad ni las razones son cosa privativa del cuerpo, ya que exigen diferencias, en tanto que el cuerpo es uno y simple y la razón en la que participa no es realmente otra que la que le ha sido dada por el que ha hecho que sea cálido o frío. Porque, ¿de dónde podría venir a un cuerpo la facultad de hacer crecer a otro en el curso del tiempo y hasta un cierto límite, si a él lo que le corresponde es crecer y no hacer crecer? Salvo que se tenga en cuenta en la masa material esa parte que sirve al alma para producir el crecimiento por su intermedio.

Si el alma fuese un cuerpo y ella misma hiciese crecer el cuerpo, necesariamente aumentaría ella también. Y es claro que si se le añade un cuerpo semejante, deberá aumentar en la misma proporción que el cuerpo al que ella hace crecer. Ahora bien, la parte que se le añada tendrá que ser o un alma o un cuerpo inanimado. Si es lo primero, ¿de dónde proviene, cómo entra y cómo se añade? Si es lo segundo, ¿cómo llegaría a ser animada y a ponerse de acuerdo con la parte del alma existente con anterioridad? ¿Cómo sería posible la unidad de ambas hasta el punto de que la última participase de las opiniones de la primera, no siendo por tanto como un alma extraña, ignorante de lo que la otra ya conoce? Ocurriría, ciertamente, como con el resto de nuestra masa: esto es, una parte de ella se separaría, otra se integraría, y nada, en resumen, permanecería idéntico. ¿Pero cómo, además, se producirían nuestros recuerdos? ¿Cómo, por ejemplo, reconoceremos a nuestros allegados si no se sirven de la misma alma? Dícese que el alma es un cuerpo. Bien; pero la naturaleza de un cuerpo dividido en varias partes no es la misma en las partes que en el todo. De ahí que, o el alma es una magnitud tal que si disminuye deja de ser un alma, cual ocurre con una cantidad a la que, si se le resta algo, queda convertida en otra cantidad, o es una magnitud que, disminuida en su masa, permanece lo mismo en cuanto a la cualidad. Si es así, resulta diferente en tanto que cuerpo y en tanto que cantidad, pero en lo que respecta a su cualidad, que es algo distinto de su cantidad, puede conservarse idéntica. ¿Qué dirán entonces los que aseguran que el alma es un cuerpo? Habrá que preguntarse en primer lugar: ¿cada una de las partes del alma que se da en un mismo cuerpo es un alma al igual que el todo, sin dejar de ser en modo alguno la parte de la parte? Porque, en ese caso, la magnitud nada añade a su esencia, siendo lo contrario precisamente lo que debiera ocurrir, por tratarse de una cantidad. Por otra parte, el alma se encuentra por entero en muchos lugares, lo que resulta imposible para un cuerpo, que, si se encuentra por entero en muchos sitios, no puede tener sus partes idénticas al todo. Si se arguye que cada una de las partes no es un alma, entonces el alma estará compuesta de partes inanimadas. Y además, si cada alma tiene una magnitud limitada, más allá o más acá de sus límites ya no será realmente un alma.

Sin embargo, cuando de una misma unión y de un mismo germen se producen seres gemelos, o, como ocurre en los otros animales, muchos pequeños cachorros, dado que ese germen se reparte entonces por distintos, lugares en los que cada una de las partes es un todo, ¿cómo no ilustrará el hecho a los que quieren aprender que un ser en el que la parte es idéntica al todo sobrepasa en su misma esencia al ser de la cantidad y debe, necesariamente, carecer de cantidad? Pues es claro que el alma permanece la misma, privada de la cantidad, porque nada tiene que ver con la cantidad ni con la masa, ya que su esencia es algo diferente a todo esto. He aquí, por tanto, que el alma y las razones son ajenas a la cantidad.