Igal: Tratado 2,8 (IV, 7, 8) (1) — A alma não é uma quantidade

Si al considerar las acciones de los cuerpos — calentamiento, enfriamiento impulso y pesadez — , colocan el alma entre ellos y, precisamente, entre los seres de carácter activo, es que desconocen en primer lugar que los cuerpos realizan todas estas cosas por las fuerzas incorpóreas que se dan en ellos. Desconocen además que, en nuestra opinión, el alma tiene verdaderas potencias, pero no las que ahora se dicen, sino el pensamiento, la sensación, el razonamiento, el deseo y la previsión razonable y hermosa de todas las cosas, para lo cual el alma ha de ser una potencia diferente. Pues si se trasladan las fuerzas de los cuerpos a otras realidades no corpóreas, ningún poder se deja a los cuerpos. Estos, en cambio, deben su poder a fuerzas incorpóreas, lo cual se aclara del modo siguiente: ante todo, porque habrán de admitir que la cantidad y la cualidad son cosas distintas, y que todo cuerpo tiene una cantidad, pero no una cualidad, al menos si se trata de cuerpos como la materia. Admitido esto, reconocerán también que si la cualidad es algo diferente de la cantidad, nada tendrá de común con el cuerpo. Porque, ¿cómo concebir un cuerpo sin cantidad, si todo cuerpo tiene una cantidad? Ciertamente, como se ha dicho ya con anterioridad, si un cuerpo es susceptible de división y puede, además, perder la masa que tenía, ello no es obstáculo para que, aunque el cuerpo sea dividido en pequeños trozos, la cualidad permanezca toda ella en cada una de las partes. Por ejemplo, la dulzura de la miel no es menor en cada una de las partes, y sabido es que la dulzura no es un cuerpo. Lo mismo podría decirse de las demás cualidades. Por otra parte, si las fuerzas fuesen cuerpos, necesariamente deberían contar con grandes masas, bien entendido que éstas serían pequeñas para las fuerzas de débil acción. Pero si fuerzas de poca actividad son propias de grandes masas y si, por su parte, las masas más diminutas poseen las mayores fuerzas, tendremos que atribuir su acción a algo distinto de la extensión, esto es, a lo que carece de extensión. Tengamos en cuenta que si la materia es siempre la misma, precisamente por ser un cuerpo, y si las diferencias que produce son debidas a las cualidades que recibe, ¿cómo no ha de estar claro que las cualidades adquiridas son razones, y razones no corpóreas? Que no vengan a decirnos que los animales mueren cuando les abandona el soplo o la sangre. Porque es cierto que sin estas cosas esos seres no pueden existir, pero tampoco pueden hacerlo sin muchas otras que no son el alma. Verdaderamente, ni el soplo ni la sangre pueden penetrar a través de todas las cosas, como lo hace el alma.