Si el alma fuese un cuerpo que penetra a través de todas las cosas, la mezcla se efectuaría de la misma manera que para los otros cuerpos. Mas, si la mezcla de los cuerpos no permite que esté en acto ninguno de los cuerpos mezclados, el alma no se encontrará en acto en los cuerpos, sino tan sólo en potencia, con lo cual perderá su ser. Es como si admitiésemos que se mezclan lo dulce y lo amargo: lo dulce, en este caso, dejaría de existir. Por tanto, volviendo a lo anterior, no tendríamos alma.
Si el alma fuese un cuerpo que se mezcla al cuerpo según una mezcla total — en una mezcla de esta clase allí donde hay un cuerpo tiene que encontrarse el otro, y ambos tendrán que ocupar siempre un volumen igual y el volumen por entero, sin que el volumen del primer cuerpo pueda aumentar cuando se proyecte sobre él el otro — , no dejaría lugar del cuerpo que ella no atravesase. Porque la mezcla de que hablamos no nos ofrece grandes partes de un cuerpo al lado de grandes partes de otro — en tal caso se daría lo que llaman ellos la yuxtaposición — , sino que en ella el cuerpo proyectado penetra a través del otro hasta en su más pequeña parte. Esta mezcla resulta naturalmente imposible, puesto que así lo más pequeño llegaría a ser igual a lo más grande. Y, en todo caso, todo el cuerpo atravesaría la totalidad del otro. Porque si cada uno de los cuerpos se encuentra en un punto y si no hay intervalo que no atraviese, sería necesario que el cuerpo mismo se dividiese en puntos, lo que resulta imposible. Al verificarse la división hasta el infinito, como quiera que un cuerpo, por pequeño que sea, puede todavía dividirse, lo infinito existiría, no sólo en potencia, sino también en acto. No es posible, pues, que un cuerpo, en su totalidad, pueda penetrar a otro, también totalmente. Mas, siendo así que el alma lo penetra todo, tendrá ciertamente que ser incorpórea.