Tratado 25 (II, 5) — SOBRE LA POTENCIA Y EL ACTO

1. Se habla de lo que está en potencia y de lo que está en acto. Y se afirma que hay acto en los seres. Pero habrá que considerar qué significa en potencia y en acto. ¿Es lo mismo el acto que el ser en acto? ¿Hemos de admitir que lo que es acto está también en acto o no es necesario que lo que está en acto sea una cosa y el acto otra? Porque es claro que lo que está en potencia se da en los seres sensibles, y habrá que considerarlo así en los seres inteligibles, o bien que en éstos se da sólo lo que está en acto. Sí en ellos se diese lo que está en potencia, permanecería siempre y tan sólo en potencia y nunca pasarla al acto, puesto que, en ese mundo de lo inteligible, nada se realiza en el tiempo.

Digamos, en primer lugar, qué se entiende por el ser en potencia, y si conviene que no se tome la expresión en sentido absoluto. Pues no se puede estar en potencia de nada; y así, el bronce está en potencia para la estatua, pero si nada proviniese de él, o si nada debiese existir después de él, sería entonces tan sólo lo que ya era. Mas lo que era ya es y no tiene que llegar a ser; ¿por qué concebirlo entonces en potencia si realmente ya es? He aquí que el bronce no es un ser en potencia. Porque lo que está en potencia conviene al ser que es algo distinto de sí mismo, sea por el hecho de que otro ser pueda existir después de él, o porque este mismo ser pueda existir aun después de haber producido otro ser diferente, o porque se destruya ofreciéndose al ser en potencia. En uno de los casos el bronce es estatua en potencia, en el otro el agua es nieve en potencia y el aire es fuego, también en potencia.

Y este ser en potencia, ¿se llamará igualmente ser en potencia con respecto al ser que ha de venir, como por ejemplo el bronce, que se dice potencia de la estatua? De ningún modo, si la potencia se toma en el sentido de producción; porque la potencia, tomada como producción no podría ser considerada en potencia. Si el ser en potencia dijese relación no sólo al ser en acto sino también al acto, el ser en potencia sería asimismo la potencia. Pero es mejor y más claro referir el ser en potencia al ser en acto y la potencia al acto. Digamos, pues, que lo que está en potencia es como el sujeto de los cambios, de las formas y de las esencias que debe recibir y hacer nacer o que ha de procurar aprehender, atendiendo a las formas que resultan mejor para él y a las que son peores y pueden destruirle, pues cada una de ellas está en acto y es algo distinto de él.

2. Hemos de considerar ahora respecto a la materia, si está en potencia relativamente a las formas que recibe, y si, en cualquier otro sentido, es o no un ser en acto, así como, de un modo general, si todos los demás seres que estimamos en potencia y que permanecen luego de haber tomado una forma, pasan a ser seres en acto, o si con la expresión “en acto” hemos de referimos tan sólo a la estatua, opuesta como tal estatua en acto a la estatua que se encuentra en potencia, aunque no se afirme de lo que está en acto lo que se decía de la estatua que está en potencia. Si esto es así, no cabe decir que lo que está en potencia pasa a ser en acto, sino que del ser que primero está en potencia se ha originado seguidamente el ser en acto. Porque este mismo ser es el acoplamiento de lo que está en acto y en potencia; y no tan sólo la materia sino también la forma que se da en ella. Esto ocurre cuando se produce un nuevo ser, como en el caso de la estatua, originada del bronce; esa otra sustancia, que es la estatua, resulta del acoplamiento de materia y forma. Pero cuando no se ve claro que lo que está en potencia permanezca en lo que está en acto, lo que está en potencia resulta ser por completo diferente de lo que está en acto.

Mas, ¿y en el caso del gramático en potencia que pasa a gramático en acto? ¿Cómo es que no hay identidad entre lo que está en potencia y lo que está en acto? Porque es el mismo Sócrates el que era sabio en potencia y ha pasado a ser sabio en acto. ¿Diremos entonces del sabio qué es ignorante? El sabio en potencia era, desde luego, ignorante. Y el ignorante es sabio, pero lo es por accidente; no es sabio en potencia en tanto que ignorante, sino que lo es por accidente, y a la disposición característica de su alma ha de atribuirse su sabiduría en potencia. Pero, ¿conserva entonces su ser en potencia, y así, el gramático sigue siendo un ser en potencia cuando ya es gramático en acto? Nada lo impide, aunque en otro sentido; pues antes era un gramático en potencia y ahora esa potencia tiene una forma. Si lo que está en potencia es un sujeto, y el ser en acto, como la estatua, es el resultado de un acoplamiento, ¿qué podremos decir de la forma del bronce? No le es inadecuado el nombre de acto, según el cual se dice que la estatua se encuentra en acto y no sólo en potencia, esto es, que posee una forma y una esencia, pero no el acto tomado absolutamente sino el acto de un determinado ser. Daríamos con más propiedad el nombre de acto a aquel otro acto que se opone a la potencia que lo produce. Porque lo que está en potencia tiene su ser en acto de otro ser también en acto, en tanto la potencia tiene su poder de sí misma. La potencia y el acto se oponen entre sí lo mismo que una disposición y un acto resultante de esta disposición: así, la virtud del valor y el portarse valerosamente. Pero, bastante se ha dicho ya.

3. Digamos ahora por qué motivo hemos tratado previamente de estas cosas. Tal vez para precisar cómo se habla de lo que está en acto en los seres inteligibles: si se encuentren solamente en acto, o si cada uno de ellos está en acto; o bien si están todos, en acto y si en ellos también se da el ser en potencia. Si aquí no se encuentra la materia y es en la materia donde se da lo que está en potencia, no hay nada que debe ser lo que no sea ya, ni nada que haya de cambiarse a otra cosa y, aun permaneciendo en sí, producir otro ser, o, saliendo de si, dar a ese ser lo que es suyo. No hay aquí nada en lo que pueda darse lo que está en potencia, pues los seres (inteligibles) son eternos y no sujetos al tiempo. Y si se preguntase a los que postulen la existencia de la materia en los seres inteligibles, si no se da en ellos lo que está en potencia según su materia, pues aun tomando la materia en otro sentido, se dará en ellos algo así como la materia, y algo como la forma y el acoplamiento de ambas, ¿qué es lo que dirían? Lo que allí se considera como una materia es una forma, ya que incluso el alma, siendo una forma, es una materia con relación a otra cosa. Pero, ¿no está en potencia con relación a ese ser? No; porque la forma es algo de ella misma y no le sobreviene después; no tiene con la materia más que una distinción de razón, y así, se dice que asienta en una materia y que es percibida como dos cosas, aunque ambas constituyan una sola naturaleza. Lo que lleva a decir a Aristóteles que su quinto cuerpo carece de materia.

¿Qué diremos entonces del alma? Porque se trata de un ser animado en potencia cuando no está unida al cuerpo como debe estarlo; musical en potencia, al igual que todas demás cosas que se originan en ella y que no ha poseído siempre. De modo que lo que está en potencia se da en los seres inteligibles. Y esas cosas no se encuentran en potencia, sino que el alma es la potencia productora de todas ellas

¿Cómo se da lo que está en acto en lo inteligible? ¿Al modo como está en acto la estatua, que es acoplamiento de una materia y de una forma? ¿O porque cada uno de los inteligibles recibió una forma? Ciertamente, porque cada uno de ellos es una forma y es enteramente lo que es. Pues la inteligencia no pasa de la potencia al acto, como se pasa del pensar al acto de pensar — se necesitaría antes otra inteligencia que no hubiese pasado de la potencia al acto — , sino que su propia totalidad está en ella. Porque lo que se encuentra en potencia quiere pasar al acto con la ayuda de otro ser, para que se produzca lo que ha de estar en acto; ese ser al que debe el paso, y que siempre se mantiene así, es un ser en acto. Así, pues, todos los seres primeros están en acto, porque tienen por sí mismos y para siempre todo lo que deben poseer; igual ocurre con el alma, que no se da en la materia, sino en lo inteligible. La otra alma que se da en la materia, como es el alma vegetativa, se da en acto, y es lo que es porque se encuentra en acto.

Todos los seres están en acto. ¿Y son así todos ellos un acto? ¿O cómo decirlo? Si se afirma rectamente que “aquella naturaleza es insomne”, y que es una vida y la mejor de todas, entonces se encuentran allí los mejores actos. Por consiguiente, todos los seres están en acto y son acto; son todos ellos seres animados, y el lugar inteligible es el lugar de la vida, el principio y la fuente verdadera del alma y de la inteligencia.

4. Todo lo demás, que se encuentra en potencia, tiene también en algún modo su ser en acto, el cual se dice que está en potencia con relación a otra cosa. Pero, de lo que llamamos materia, que es lo que consideramos en potencia en todos los seres, ¿cómo puede decirse que es algo en acto? Porque, si así fuese, no constituiría todos los seres en potencia. Si, pues, no es ninguno de los seres necesariamente deberá ser un no-ser. Y no siendo ninguno de los seres, ¿cómo podría ser algo en acto? No es, desde luego, ninguno de los seres que son engendrados por ella, pero nada impide que sea otra cosa, supuesto que todos los seres no procedan de la materia. Por tanto, si no es ninguno de los seres engendrados por ella, y éstos son (todos) los seres, tendrá que ser un no-ser. Imaginada como algo sin forma, no podría tampoco ser una forma, ni ser contada en el número de las formas. Será, así también, un no-ser, y no-ser de dos maneras y en mayor número. Si escapa a la naturaleza de los seres verdaderos y no puede alcanzar siquiera el ser de los falsos seres, porque no es, como éstos, una imagen de la razón, ¿en qué región del ser podría encontrarse? Y si no se la encuentra en ninguna parte, ¿cómo podría ser algo en acto?

5. ¿Cómo, pues, hablaremos de ella? ¿Cómo es materia de los seres? Porque ella es ya (estos seres) en potencia, con lo cual también es; pues si es tal como debe ser, su ser será tan sólo lo que ella misma anuncia, esto es habrá de referirse a aquello que será. No es, por tanto, alguna cosa en potencia, sino todas las cosas en potencia; tampoco es ningún ser por sí misma, y lo que sea como materia no lo es en acto. Porque si (la materia) fuese algo en acto, aquello que ella fuese en acto no sería materia; ni ella misma sería totalmente materia, sino a la manera como lo es el bronce.

Su no-ser no ha de considerarse como algo distinto del ser, igual que ocurre con el movimiento; porque el movimiento cabalga sobre el ser , viene de él y es en él en tanto la materia es toda ella expulsada y apartada del ser, sin que pueda siquiera transformarse, pues sigue siendo lo que ya era desde un principio. (La’ materia) era el no-ser, y eso es para siempre. Ya desde un principio no era un ser en acto, distante como estaba de todos los seres pero tampoco llegó a serlo. De todo aquello de que quiso revestirse, no ha podido incluso conservar su vestigio; y permanece así en potencia con respecto a las cosas futuras, apareciendo en el momento en que cesan los seres inteligibles, retenida por todos los que vienen después de ella y fijada al último de estos seres. Sujeta, pues, por ambas clases de seres, no es en acto ni uno ni otro y sólo le ha quedado lo que está en potencia, que es una imagen débil y oscura, incapaz de recibir una forma. Se trataría, pues, de una imagen en acto, de algo engañoso en acto; ya que es lo mismo hablar de algo engañoso que es verdadero, que de lo que realmente no es. Pues una cosa tanto más está en acto cuanto más realmente se encuentre en el no-ser y conviene precisamente que esté en acto si ha de tener su verdad en el no-ser. Porque, si debe ser, no ha de encontrarse en acto, porque para que, salida así del ser verdadero, tenga su ser en el no-ser; ya que si se priva de su mentira a los seres falsos, se les priva también de su esencia, y en cambio, si se introduce el acto en los seres que por su ser y esencia están en potencia, se les hace perder el fundamento de su misma realidad, que no era otro que estar en potencia. Si conviene que la materia se conserve y no perezca, deberá conservarse como tal materia; hemos de decir, según parece, que está solamente en potencia, para que realmente sea, o, en otro caso, habrán de refutarse estas razones.