Igal: Tratado 47,2 (III, 2, 2) – O universo é uma imagem inferior do Intelecto

2. De ese mundo verdadero y uno obtiene su existencia este mundo nuestro que no es verdaderamente uno; que es múltiple, añadiremos, y se halla repartido en muchas partes, distantes y extrañas entre sí, en las cuales ya no reina la amistad, sino también el odio, por la misma separación e insuficiencia de cada parte que, necesariamente, se hace enemiga de la otra. Cada parte no se basta a sí misma, sino que necesita de otra parte para conservarse, siendo no obstante enemiga de aquella por la que se conserva. (Este mundo) no nació por una reflexión de la inteligencia, sino que se explica por una necesidad de la segunda naturaleza; porque aquélla no podría ofrecérsenos cual es el último de los seres. Es en verdad el primero de ellos y dispone de mucho poder, incluso de todo el poder; y, ciertamente, no necesita de esfuerzo alguno para llegar a producir otro ser. Porque es claro que si tuviese que esforzarse, no obtendría ese poder de sí misma, ni de su propia esencia, sino que semejaría un artesano que no dispone del poder de producir, introducido en él en virtud de algún aprendizaje. Cuando la inteligencia da algo de sí misma a la materia, realiza todo esto con serenidad y tranquilamente; eso que da es la razón proveniente de la inteligencia. Porque la razón fluye de la inteligencia, y fluye siempre de continuo en tanto la inteligencia se encuentre presente en los seres. En una razón seminal todas las partes del ser vienen a reunirse en un mismo punto, sin que por esto se produzca lucha o diferencia alguna, o siquiera impedimento que la obstaculice; pero al originarse el ser con su masa corpórea, cada parte se sitúa en un lugar diferente de las demás, obstaculizándose, e incluso destruyéndose una parte a la otra. Así, y no de otro modo, de la inteligencia única y de la razón proveniente de ella se origina este mundo en el que, necesariamente, hay partes que se manifiestan de manera amistosa y conveniente, en tanto se dan otras que realmente se odian y se hacen la guerra; estas últimas, de grado o por fuerza, se maltratan unas a otras, pero de la destrucción de unas partes toma su origen el nacimiento de las otras. Una unidad armónica se produce, no obstante, entre las partes que realizan y sufren tales cosas; de la misma razón que hay en ellas surge la armonía y el orden a través de todo lo que existe. Porque, aunque este universo no es, como el universo inteligible, inteligencia y razón, tiene, sin embargo, participación de una y de otra. Necesita, por tanto, de la armonía, “al reunirse en él la inteligencia y la necesidad”; de ésta, por su carácter irracional, le viene el impulso hacia el mal y el movimiento hacia la sinrazón, si bien “la inteligencia domina” a la necesidad.

El mundo inteligible es tan sólo razón, y no podría originarse otro mundo racional. Si otra cosa naciese, tendría que ser algo inferior a él y no una razón, ni una cierta materia, porque la materia es todo lo contrario de un mundo; llamémosla una cierta mezcla de las dos cosas. Y es algo que se compone de materia y de razón, cuyo origen hay que buscarlo en el alma, que se halla al frente de la mezcla. No hemos de pensar, pues, que la inteligencia sufre con esto, pues gobierna fácilmente el universo, como si estuviese presente en él.