Igal: Tratado 51 (I, 8, 9-15) — SOBRE QUÉ SON LOS MALES Y DE DONDE PROVIENEN

9. ¿Y con qué conocimos esos males? Y primero el vicio, ¿con qué lo conocimos? Porque la virtud sí la conocemos con la inteligencia misma y con la sabiduría, pues se conoce a sí misma. Pero el vicio, ¿cómo? Pues del mismo modo que con una regla conocemos lo que es rectilíneo y lo que no, así también con la virtud conocemos lo que no se ajusta.

¿Viéndolo o sin verlo? Me refiero al vicio.

El vicio completo sin verlo, pues es indefinido. Lo que de ningún modo se ajusta, lo conocemos, pues, por abstracción, mientras que el vicio incompleto lo conocemos por ser deficiente en eso. Cuando vemos, pues, una parte, por la parte presente concebimos la ausente, que está, sí, en la forma total, pero que en aquel caso está ausente; y, de ese modo, a la parte que vemos la llamamos vicio, dejando la parte desprovista en la indeterminación. Y así también, cuando algún rostro aparece a nuestra vista sobre la materia como feo, porque la razón no ha dominado en él hasta el punto de encubrir la fealdad de la materia, nos lo representamos feo por su deficiencia en forma. Y lo totalmente desprovisto de forma, ¿cómo? Abstrayendo de toda forma, decimos que aquello en lo que no están presentes las formas es materia, no sin que antes nosotros mismos hayamos tomado informidad dentro de nosotros en el proceso de abstracción de toda forma, so pena de no lograr una visión de la materia. Y por eso es ésta una inteligencia distinta — una ininteligencia — , porque tuvo la audacia de ver lo que no es su propio objeto. Del mismo modo que el ojo se aparta de la luz a fin de ver la tiniebla sin verla (el abandonar la luz, es para ver la tiniebla; con luz no podría verla; pero tampoco podría verla, sino no verla, sin algo de luz), para llegar a ver la tiniebla tal como le es posible, pues así también la inteligencia, dejando dentro de sí su propia luz y como saliendo de sí misma y acercándose al que no es su propio objeto, al no traer consigo su propia luz, experimenta algo contrario a su ser, a fin de ver lo que le es contrario.

10. Hasta aquí sobre este punto.

Pero si la materia carece de cualidad, ¿cómo puede ser mala? Se dice que carece de cualidad porque ella misma, en sí misma, no tiene nada de esas cualidades que va a recibir y que van a estar en ella como en un sustrato; no, sin embargo, en el sentido de que no tenga ninguna naturaleza. Si, pues, tiene una naturaleza, ¿qué dificultad hay en que esta naturaleza sea mala, pero no mala a modo de dotada de cualidad? Porque la cualidad misma es aquello en virtud de lo cual otra cosa se dice estar dotada de cualidad. La cualidad es, pues, un accidente y está en otro. La materia, en cambio, no está en otro, sino que es el sustrato, y el accidente está en ese sustrato. Se dice, pues, que carece de cualidad porque no obtuvo la cualidad que tiene naturaleza de accidente. Por tanto, si la cualidad misma carece de cualidad, ¿cómo vamos a decir que la materia esté dotada de cualidad porque no recibió cualidad? Luego con razón se dice que carece de cualidad y que es mala; porque no se dice que sea mala por tener cualidad, antes bien por no tener cualidad, para que no fuera quizá mala por ser forma y no una naturaleza contraria a la forma.

11. Pero la naturaleza contraria a toda forma es privación. Ahora bien, la privación está siempre en otro y en sí misma no es una realidad. En consecuencia, si el mal consiste en una privación, el mal existirá en el sujeto privado de forma; luego no existirá por sí mismo. Si, pues, ha de haber mal en el alma, la privación que hay en ella será el mal y el vicio, y no algo exterior. Y hay incluso otras teorías que pretenden abolir la materia enteramente, y otras que pretenden que, aun existiendo, no es mala en sí misma. No hay que buscar, pues, el mal en otra parte. Basta situarlo en el alma y definirlo así como ausencia de bien.

Pero si el mal es la privación de cierta forma destinada a estar presente, si es privación del bien en el alma y produce en ella el vicio por su propia razón de ser, entonces el alma no tiene ningún bien. Por consiguiente, tampoco tiene vida, pese a que es alma; luego el alma será inanimada, puesto que ni siquiera tiene vida. Conque, siendo alma, no será alma.

La conclusión es que el alma posee vida por su propia razón de ser. Por consiguiente, la privación del bien no la tiene de por sí misma. Luego es boniforme, puesto que posee un bien, un vestigio de inteligencia, y no es cosa mala de sí misma. Luego tampoco será mala primariamente, y el mal primario no estará en ella como un accidente, porque tampoco está ausente de ella todo el bien.

12. Y si alguien dijera que el vicio y el mal existente en el alma no es una privación completa de bien, sino una cierta privación de bien, ¿qué decir a esto? Es que, en ese caso, teniendo el alma una parte de bien y estando privada de otra parte, la disposición que tenga será mixta, y no el mal absoluto. Así que no hemos hallado todavía el mal primario y absoluto. El alma poseerá el bien en su propia sustancia, y el mal será para ella un accidente.

13. A no ser que el vicio sea un mal por esto: en cuanto impedimento, como el que impide al ojo ver.

Pero, en ese caso, el mal será, para quienes así piensan, causa de mal, y causa de mal sobre el supuesto de que sea distinto del mal mismo. Si, pues, el vicio es un impedimento para el alma, el vicio será causa de mal, pero no el mal. Además, la virtud no será el bien, excepto a modo de cooperadora. Así que, si la virtud no es el bien, tampoco el vicio será el mal. Además, la virtud no es la Belleza en sí ni el Bien en sí; por tanto, tampoco el vicio será la Fealdad en sí ni el Mal en sí. Ahora bien, hemos dicho que la virtud no es la Belleza en sí ni el Bien en sí porque antes que ella y más allá de ella están la Belleza en sí y el Bien en sí, y así el alma es bella y buena en cierto modo, por participación.

Por lo tanto, así como quien sube a partir de la virtud, da con la Belleza y el Bien, así también quien baja a partir del vicio, da con el Mal en sí, si comienza a bajar a partir del vicio. Y, si baja contemplando, da con la contemplación — comoquiera que ella sea — del Mal en sí; mas si baja haciéndose malo, se hace partícipe del Mal en sí, porque se mete completamente en la «región de la desemejanza», donde, sumergida en ella, habrá caído en un cenagal tenebroso. Porque si el alma se sumerge completamente en completa maldad, ya no tiene maldad, sino que trocó su naturaleza por otra, por la que es peor. Porque la maldad es todavía algo humano si está mezclada con algo contrario. Muere, pues, el alma como puede un alma morir: la muerte para ella, cuando está todavía inmersa en el cuerpo, consiste en hundirse en la materia y atestarse de ella, y, una vez salida del cuerpo, en yacer en ella, hasta que se dé a la fuga y quite la vista, de algún modo, del cenagal. Y esto quiere decir lo de «ir al Hades y volver a dormirse allá».

14. Mas si alguien dijera que el vicio es una debilidad del alma apelando al hecho de que el alma viciosa es sumamente impresionable y excitable, dejándose llevar de vicio en vicio, muy sensible a los apetitos, pronta a montar en cólera, precipitada en sus consentimientos, fácil en ceder a las imaginaciones oscuras, parecida a los productos más frágiles del arte o de la naturaleza, que son fácilmente destructibles por la acción de los vientos y de los ardores del sol, valdría la pena investigar en qué consiste la debilidad del alma y de dónde proviene. Porque la verdad es que la debilidad en el alma no es como la debilidad en el cuerpo; pero así como en el cuerpo recibieron el nombre de debilidad la incapacidad para la acción y la impresionabilidad, así también lo recibieron en el alma por analogía. A no ser que la causa de la debilidad del alma sea la misma: la materia. Pero hay que abordar más de cerca el problema de cuál sea la causa en el caso de la llamada debilidad del alma. Porque la verdad es que no son las densidades o raridades, ni tampoco las delgadeces o gorduras o una enfermedad, por ejemplo una fiebre, las que debilitan al alma.

Pues bien, la tal debilidad del alma ha de darse forzosamente o en las almas completamente separadas, o en las sumidas en la materia o en ambas. Ahora bien, si no se da en las separadas de la materia, ya que éstas son todas puras y, como se dice, «aladas y perfectas» y es la suya una actividad desembarazada, queda que la debilidad se da en las almas caídas, en las que no son puras ni están purificadas; y su debilidad consistirá no en la remoción de algo, sino en la presencia de algo ajeno, como la de la linfa o la bilis en el cuerpo. Si logramos comprender más claramente, y como se debe comprender, la causa de la caída del alma, se nos mostrará con toda evidencia lo que buscamos: la debilidad del alma.

En la realidad de las cosas existe la materia; existe también el alma, y una especie de lugar único para ambas. No son dos lugares aparte, uno para la materia y otro el del alma — por ejemplo, uno en la tierra para la materia y otro en el aire para el alma — , antes bien, para el alma, el estar en un lugar aparte consiste en no estar en la materia, esto es, en no aunarse con la materia, esto es, en que no se forme un compuesto de alma y materia, esto es, en no situarse en la materia como en un sustrato. Y en esto consiste el estar aparte. Ahora bien, las potencias del alma son muchas: el alma tiene un principio, un medio y un fin. Mas la materia, estando presente, «mendiga» y aun importuna, diríamos, y desea pasar adentro. Pero «todo aquel sitio es sagrado», y no hay nada que no tenga parte en el alma. Así que la materia, metiéndose por debajo, se ilumina. Con todo, no puede captar a quien la ilumina (quien la ilumina no la soporta aunque esté presente ), porque no ve debido a su defectuosidad. Pero, mezclándose, ensombrece la iluminación y la luz venida de allá y la deja mortecina, proporcionando al alma la ocasión de encarnarse y la causa de que venga a ella. Porque no habría venido a quien no estuviera presente.

Y en esto consiste la caída del alma: en haber venido así a la materia y en debilitarse a causa de que no todas sus potencias están presentes activamente, toda vez que la materia les impide estar presentes por haberse apoderado del sitio que ocupa el alma, por haber forzado a ésta como a «acurrucarse» y por haber viciado lo que tomó como por usurpación, hasta que el alma pueda fugarse. La materia es, por tanto, causa de la debilidad y causa del vicio del alma. Luego la materia es mala antes que el alma y es el mal primario. Porque si bien es verdad que el alma misma engendró la materia como resultado de alguna pasión, y si bien es verdad que se asoció con ella y se hizo mala, la causa está en la presencia de la materia. Porque el alma no se habría encarnado en la materia si no fuera porque por la presencia de ésta tomó ocasión de encarnarse.

15. Pero si alguien niega que la materia exista, habrá que mostrarle la necesidad de su existencia basándose en nuestro tratado sobre la materia; allí este tema ha sido desarrollado más ampliamente. Pero si alguien negara que el mal exista en absoluto en la realidad de las cosas, se verá forzado a abolir aun el bien y a afirmar que tampoco hay objeto alguno de deseo ni, por tanto, deseo, ni tampoco, a su vez, evitación ni intelección. Porque el objeto del deseo es el bien y el de la evitación es el mal, y el bien y el mal son el objeto de la intelección y de la sabiduría, y esta misma es uno de los bienes. Y, por tanto, tiene que haber un Bien, y un Bien sin mezcla, y otro que sea ya una mezcla de bien y de mal y que, si participó del mal en una porción mayor, ya con ello ha contribuido él mismo a aquel mal que hay en el conjunto, mas si en una porción menor, en la medida de la disminución, al bien del conjunto. Porque ¿qué mal podría sucederle al alma, o a qué alma, de no haber entrado en contacto con la naturaleza inferior? Ya no habría apetitos, ni penas, ni iras ni temores Porque los temores son propios del compuesto, por miedo a disolverse. Las penas y dolores son propios de quien está en trance de disolverse. Los apetitos nacen cuando algo molesta al organismo o alguien planea un preventivo que evite la molestia. La imaginación surge por el impacto de algo externo en la parte irracional; y recibe el impacto por no ser indivisa. Las opiniones falsas le vienen al alma cuando se sale de la verdad misma, y se sale de ella por no estar pura. La tendencia del alma a la inteligencia es otra cosa: no necesita más que estar con ella e instalada en ella sin inclinarse a lo inferior.

Pero merced al poder y naturaleza del Bien, el mal no es sólo mal: puesto que el mal apareció forzosamente, está envuelto en unas hermosas cadenas, cual ciertos cautivos en cadenas de oro, y se esconde en ellas para que los dioses no vean cosas indecorosas y para que los hombres no tengan que estar siempre mirando al mal, sino que, incluso cuando lo miran, convivan con imágenes de la Belleza que susciten su reminiscencia.