Jaeger: Hesíodo

En la épica más antigua no había ni asomos de llamar al poeta por su nombre; el poeta era sencillamente un vehículo anónimo de la inspiración de las Musas, que llevaba por el ancho mundo las leyendas de los antiguos tiempos. Este hecho suministra un topos canónico para los prooimia; pero Hesíodo lo aprovecha como una ocasión para hacer un poco de historia personal. Nos cuenta cómo se le aparecieron, a él, Hesíodo, las Musas mientras guardaba sus ovejas al pie del monte Helicón, y cómo le dieron el báculo del rapsoda en señal de que su misión debía ser la de cantor. Aquí esta ya claramente expresada la nueva aparición de lo subjetivo. Pero esta aparición también entraña una nueva responsabilidad. Las Musas dicen a Hesíodo:

Sabemos cómo decir muchas cosas falsas que suenan como verdades;
Pero también sabemos cómo expresar la verdad cuando lo preferimos.

Evidentemente, Hesíodo siente que aquí va más allá que los poetas anteriores; pues pretende decir la verdad acerca de aquellos seres de que más difícil es saber algo, de los dioses mismos. Su obra va a revelar el origen de todos los dioses reinantes a la sazón sobre el Olimpo; también nos dirá él cómo se originó el mundo, con todo su orden actual. Tiene por consiguiente que recoger todos los mitos importantes y que mostrar cómo armonizan unos con otros; quizá tenga que eliminar muchas versiones que le parecen inexactas, o que excogitar nuevos enlaces allí donde la tradición no proporciona ninguno.

El postulado básico de Hesíodo es el de que hasta los dioses han tenido orisren. Esta idea no era en modo alguno nueva en aquel tiempo. Era una idea frecuentemente implícita en las leyendas, aun cuando pudiera parecer incompatible con el hablar corrientemente de los dioses eternos. El propio Zeus y otras varias entre las grandes divinidades objeto de culto habían tenido padres y años de juventud. Narraciones semejantes se habían contado” incluso de Cronos y Rea, a quienes se había hecho hijos de Urano y Gea. Más allá de esto no iba la serie; se había alcanzado el primer principio y no se hacían más preguntas. Nadie que tratase de dar a todos estos cuentos sobre los divinos antepasados un orden preciso, como hacía Hesíodo, podía dejar de ver los dioses mismos aproximadamente de la misma manera. La idea de una serie de procreaciones sucesivas, que es la solución que da Hesíodo al problema, se convierte en el principio mediante el cual pueden vincularse en último término todos los seres individuales que forman parte del mundo de la divinidad.

En esta forma se desarrolla una genealogía sistemática de los dioses. Para Hesíodo, que es capaz de ver divinas personalidades hasta en fuerzas físicas como el cielo y la tierra, la generación es la única forma real de tener origen. Si tenemos claramente presente este hecho, podemos seguir el rastro de un tipo de pensamiento causal inequívocamente racional por la consecuencia con que se desenvuelve, aunque tome la forma del mito, por detrás del afán de reducir a esquema todas las generaciones de los dioses desde el comienzo mismo del mundo. Poco importa que no hubiese aparecido aún la idea de causa y efecto, pues se trata de un auténtico sophizesthai, aunque sea mythikos.

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