Laq 190e-192b: Primeira definição da coragem

LAQ. – ¡Por Zeus!, Sócrates, no es difícil responder. Si uno está dispuesto a rechazar, firme en su formación, a los enemigos y a no huir, sabes bien que ese tal es valiente.

SÓC. -Dices bien, Laques. Pero quizás soy yo culpable, al no haberme expresado con claridad, de que tú no respondieras a lo que tenía intención de preguntarte, sino a otra cosa.

LAQ. – ¿Cómo es eso que dices, Sócrates?

SÓC. – Voy a explicártelo, si soy capaz. Sin duda es valiente, como tú dices, el que, resistiendo firme en su formación, combate contra los enemigos.

LAQ. -Yo, desde luego, lo afirmo.

SÓC. -Y yo. ¿Pero qué dices de quien, huyendo y no resistiendo firme, combate contra los enemigos?

LAQ. – ¿Cómo «huyendo»?

SÓC. -Al modo como dicen que combaten los excitas, no menos huyendo que persiguiendo, y según Homero en algún lugar dijo, elogiando los caballos de Eneas: que éstos sabían «perseguir y huir velozmente por aquí y por allá»1. También elogió Homero al mismo Eneas por eso, por su ciencia de la fuga, y dijo de él que era un «maestro de la fuga».

LAQ. – Y con razón, Sócrates, pues hablaba con respecto a los carros. También tú hablabas sobre los jinetes escitas. La caballería de éstos combate de ese modo, pero la infantería de los griegos lo hace como yo digo.

SÓC. -A excepción tal vez, Laques, de la infantería de los lacedemonios. Pues dicen que los lacedemonios, cuando en Platea se enfrentaron a los guerróforos persas, no quisieron pelear con ellos aguardando a pie firme, sino que huyeron y, una vez que se quebraron las líneas de formación de los persas, dándose la vuelta como jinetes, pelearon y así vencieron en aquella batalla2.

LAQ. – Dices la verdad.

Sác. – De ahí lo que te decía hace poco, que soy yo el culpable de que tú no respondieras bien, puesto que no te pregunté bien. Quería, pues, saber no sólo acerca de los valientes de la infantería, sino también acerca de los de la caballería y de todo género de combatientes, pero, además, de los que son valientes en los peligros del mar y de cuantos lo son frente a las enfermedades, ante la pobreza y ante los asuntos públicos, y aún más, de cuantos son valientes no sólo ante dolores o terrores, sino también ante pasiones o placeres, tanto resistiendo como dándose la vuelta; pues, en efecto, existen, Laques, algunos valientes también en tales situaciones.

LAQ. – Y mucho, Sócrates:

SÓC. – Por tanto, son valientes todos éstos, pero unos demuestran su valor ante los placeres, otros, ante los dolores, otros, ante las pasiones y otros, ante los temores. Otros, creo, muestran su cobardía en las mismas circunstancias.

LAQ. – Desde luego.

SÓC. -Qué es, en definitiva, cada una de estas dos cosas, eso preguntaba. De nuevo, pues, intenta definir primero el valor: qué es lo idéntico en todos los casos. ¿O aún no comprendes lo que pregunto?

LAQ. – No del todo.

SÓC. – Pongo un ejemplo: como si te preguntara qué es la rapidez, que se da en el correr y en el tocar la cítara y en el hablar y en el comprender y en otras muchas cosas, y que en general poseemos, en lo que vale la pena decir, en las acciones de las manos, piernas, boca, voz y pensamiento. ¿No lo estimas tú así?

LAQ. -Desde luego.

SÓC. -Si, en tal caso, uno me preguntara: «¿Sócrates, cómo defines eso que tú llamas `rapidez’ en todos los casos?» Contestaría que a la capacidad de realizar en poco tiempo muchas cosas yo la llamo «rapidez» tanto respecto a la voz, como a la carrera y a todo lo demás.

LAO. – Y contestarás correctamente.

SÓC. – Intenta ahora también tú, Laques, definir así el valor: en qué consiste su capacidad, la misma ante el placer y ante el dolor y en todo en lo que hace un momento decíamos que se presentaba, por la que recibe el nombre de «valor».


  1. Ilíada V 221 y.sigs., VIII 105 y sigs. Lo que Platón cuenta de los escitas se decía también de la táctica de combate de los partos. Por otro lado, en la cita de Homero. (Ilíada VIII 108) acerca de Eneas, Platón, que cita seguramente de memoria, introduce una modificación del texto. 

  2. En Platea, de Beocia, los griegos, reunidos bajo el mando del espartano Pausanias,derrotaron a las tropas persas de Jerjes en agosto de 479 a. C. Cf. HERÓDOTO, IX 53. Los gérra eran una especie de escudos de mimbre. Cf. HER., VII 61.