Laq 196c-197e: Crítica da terceira definição de coragem

SÓC. -Me parece que a nada, Laques. Mas veamos si acaso Nicias cree decir algo de valor, y no dice esas cosas por hablar. Intentemos interrogarle más claramente sobre lo que piensa. Y si parece que dice algo interesante, lo concederemos, y si no, se lo demostraremos.

LAQ. -Tú, Sócrates, si quieres interrogarle, interrógale. Yo creo estar ya bastante enterado.

SÓC. -No tengo inconveniente. La encuesta será común, en tu nombre y en el mío.

LAQ. -Muy bien.

SÓC. – Dime, Nicias, o mejor, dinos, pues Laques y yo hacemos en común la pregunta: ¿afirmas que el valor es la ciencia de lo temible y de lo seguro?

NIC. – Sí.

SÓC. -Pero conocer eso no está en poder de cualquiera, cuando ni el médico ni el adivino poseerán tal conocimiento, ni serán valientes, a no ser que dominen por añadidura tal ciencia. ¿No decías eso?

NIC. – Exactamente.

SÓC. – Entonces, en realidad, según el dicho, «no puede cualquier cerdo conocerlo ni ser valiente»1.

NIC. – Opino que no.

SÓC. -Está claro, Nicias, que tú, al menos, ni siquiera crees que fue valiente la cerda de Cromión2. Y lo digo no por bromear, sino porque forzosamente quien da tal definición no aceptará el valor de ningún animal, ni concederá que algún animal sea tan sabio, que afirme que lo que pocas personas saben por ser difícil de conocer, eso parecen saberlo un león o una pantera o cualquier jabalí. Pero es necesario que el que ha establecido que el valor es eso que tú postulas afirme que, en relación con el valor, son iguales el león y el ciervo, el toro y el mono.

LAQ. -¡Por los dioses, que dices bien, Sócrates! Y con toda sinceridad, respóndenos, Nicias, si consideramos que son más sabios que nosotros esos animales, que todos reconocemos que son valientes, o te atreves, en contra de la opinión de todos, a no llamar valientes a éstos.

NIC. -De ningún modo, Laques, llamo yo valientes ni a los animales ni a nadie que no sienta temor por su ignorancia, sino temerario y loco. ¿O crees que también voy a llamar valientes a todos los niños, que por su desconocimiento no tienen miedo a nada? Yo pienso que la temeridad y el valor no son lo mismo y, asimismo, que son muy pocos los que participan del valor y la previsión; pero que, en cambio, los que participan de la brutalidad, de la audacia y de la temeridad acompañada de imprevisión son muy numerosos, tanto en hombres como en mujeres, y en niños como en animales. Ésos a los que tú llamas valientes, como los que más, yo los llamo temerarios, y valientes sólo llamo a los sensatos de los que hablo.

LAQ. – Ya observas, Sócrates, qué bien se adorna éste, a lo que parece, con su explicación. Y pretende privar a los que todos reconocen ser valientes de tal honor.

NIC. – Yo no, Laques; no te preocupes. Que afirmo que tú eres sabio, y también Lámaco3, si sois valientes, y otros muchos atenienses.

LAQ. -Aunque podría replicar, nada diré contra eso, para que no digas que soy verdaderamente del demo de Exoneas4.

SÓC. – No repliques, Laques. Me parece que no has captado que éste ha recibido esa sabiduría de nuestro compañero Damón, y Damón se ha impregnado mucho de la de Pródico5, que parece el más diestro de los sofistas en distinguir ese tipo de nombres.

LAQ. – Desde luego, está bien, Sócrates, que tales cosas sean más honorables para un sofista, que para un hombre al que la ciudad considera digno de estar al frente de ella.

SÓC. – Conviene, sin embargo, amigo mío, que quien está al frente de los asuntos más importantes de la ciudad participe de la inteligencia. Me parece que Nicias es digno de que se le examine para saber hacia dónde apunta su aplicación del nombre del «valor».

LAQ. -Examínalo, entonces, tú, Sócrates.

SÓC. – Voy a hacerlo, amigo. Mas no creas que vaya a dejarte escapar de nuestra asociación en el diálogo; por tanto, presta atención y examina con nosotros lo que digamos.

LAQ.. – Sea así, si te parece preciso.


  1. El dicho popular debía de decir algo así como «cualquier cerdo sabe eso», tomando al cerdo como prototipo de bestia de por sí impulsiva y estúpida. 

  2. La «cerda de Cromión» era un famoso monstruo mítico que devastaba ese lugar, cercano a Corinto, y que fue muerta por Teseo. 

  3. Lámaco, junto con Àlcibíades y Nicias, fueron elegidos por la Asamblea para conducir la expedición a Sicilia en el 415, y allí murió el primero ante los muros de Siracusa. (Cf. Tuc., VI 8, 49, 101.) Frente a Nicias era un general más bien impulsivo y audaz. 

  4. Según algunos escoliastas, los pobladores de este demo eran amigos de rencillas y peleas. 

  5. Sobre Pródico, véanse las notas a sus intervenciones en el Protágoras