Laques (trad. em espanhol)

El Laques presenta las características de los diálogos de la primera época de Platón: extensión breve, estructura dramática sencilla, final aporético, y discusión sobre un tema ético1. Aquí se trata de intentar definir una virtud tradicional como la andreta, es decir, el valor. Como es habitual en estas inquisiciones socráticas, la cuestión se plantea enlazada con otras no menos importantes, como la cuestión de la educación de los hijos, y la afirmación de que tal virtud está en relación de parte a todo con la areté en general. También resulta claro que la única conclusión válida de este coloquio es el rechazo de las opiniones admitidas sin previo análisis y el reconocimiento de la ignorancia de los interlocutores en cuanto a lo que es, en definitiva, la virtud sometida a examen, por lo que Sócrates les incita a comprometerse en tal búsqueda.

Por su temática. concreta, se diría que el diálogo está próximo al Protágoras, que reiterará con más detenimiento alguno de los motivos centrales2. Por su sencillo planteamiento y la ausencia de términos filosóficos especializados, puede suponerse que es anterior al Eutifrón, al Lisis y al Cármides3.

El diálogo tiene una notable vivacidad, y en el coloquio Platón sabe dibujar los rasgos característicos de la personalidad de cada uno de los personajes con finos trazos. Saca un buen partido del contraste entre los dos generales presentados como supuestos expertos en la materia: el impetuoso Laques y el educado Nicias. La rivalidad de ambos en el terreno intelectual en que se plantea la discusión confiere a ésta un toque humorístico. Lisímaco, un ateniense honorable, preocupado por la, educación de sus hijos, y Sócrates, diestro en preguntar e irónicamente incisivo, contribuyen a ofrecer un curioso cuadro de caracteres vivos.

El encuentro tiene lugar en algún gimnasio público de Atenas, donde los interlocutores acaban de asistir a la representación de una hoplomachía, un simulacro de combate con todas las armas del hoplita, a cargo de un famoso experto en ese tipo de lucha. Los personajes del diálogo son: Lisímaco, hijo del famoso Arístides .gel Justo», preocupado porque sus hijos logren destacar, gracias a una buena educación, en el servicio de la ciudad. Junto a él, asiste a la charla, como personaje mudo, Melesias, hijo de Tucídides, un importante jefe del partido aristocrático rival de Pericles (sin relación con el historiador del mismo nombre). Tanto Lisímaco como Melesias son ciudadanos honorables, hijos de personajes ilustres en la política., que no han realizado nada digno de su noble ascendencia. El hecho de que piensen que una buena educación puede permitir a sus hijos superar esta medianía y recobrar el renombre de sus abuelos es un signo de los tiempos en que los sofistas acudían a la democrática Atenas, ofreciéndose como maestros de virtud para la juventud distinguida. Por otra parte, el hecho de que duden si la hoplomachía será conveniente para la educación de los jóvenes muestra lo despistados que ambos padres están respecto al futuro de la educación. Tal vez el considerar importante la educación en artes marciales sea un signo del carácter conservador de estos honorables ciudadanos.

Invitados por ellos a la representación y al coloquio, están allí Laques y Nicias. Uno y otro fueron estrategos de renombre. Laques, que murió en la batalla de Mantinea en 418 a. C., elogia aquí a Sócrates que combatió a su lado en la retirada de Delion en 424. (Estas fechas permiten situar el momento del diálogo hacia el 420 a. C.) Sus palabras le retratan como un carácter vehemente, noble y elemental.

Nicias es uno de los grandes personajes de la escena política ateniense desde la desaparición de Pericles, al comienzo de la Guerra del Peloponeso. Su notable carrera política, sus virtudes como ciudadano y como general son bien conocidas, así como su involuntaria participación en la expedición ateniense contra Sicilia, su indecisión en el momento decisivo y su trágico final, tan admirablemente descrito éste por Tucídides. Cuando Sócrates dice (en 198d-199a) que el general debe dar órdenes a los adivinos, y no recibirlas de éstos, está criticando, hirientemente, la conducta de Nicias en aquella ocasión. (Claro que Platón escribe esto unos veinte años después de la terrible catástrofe siciliana.) En contraste con Laques, Nicias’ aparece como un hombre de una cultura cuidada: ha encargado a Damón, un discípulo de Pródico, de la educación musical de su hijo; él mismo gusta de conversar y aprender de este sofista, y está al tanto del modo de dialogar de Sócrates, a quien trata con una cierta familiaridad. De modo significativo, y aludiendo a palabras de Sócrates, es él quien insiste en que el valor es un cierto saber, una epistémé de lo temible y lo reconfortante. Esta vertiente intelectual de la definición de Nicias despierta la suspicaz oposición de Laques, quien antes había postulado que el valor era una virtud del temperamento, un tanto al margen de lo racional, cosa que ya había sido refutada por Sócrates. También será re­chazada, tras la discusión, la definición dada por Nicias, como inespecífica, puesto que parece convenir a la virtud en general, y no sólo al valor.

Queda así en evidencia que ninguno de los dos famosos estrategos puede dar razón de esa virtud por la que parece que destacan entre los atenienses. Y Sócrates se despide de Lisunaco, prometiéndole una próxima visita para proseguir la charla sobre el tema de la educación de los jóvenes4.

LAQUES

LISÍMACO, MELESIAS, NICIAS, LAQUES, HIJOS DE LISÍMACO Y MELESIAS, SÓCRATES


  1. Uno de los últimos estudiosos del diálogo, R. DIETERLE (en su disertación Platons «Laches» und «Charmides»: Untersuchungen zur elenktisch-aporetischen Struktur der platonischen Frühdialoge, Friburgo, 1966), lo considera como «tal vez la más antigua de las obras de Platón». Para otras consideraciones críticas actuales, remito a la clara exposición de W. K. C. Gvrmm, en A History ot Greek Philosophy, vol. IV: Plato. The Man and his Dialogues. Earlier Period, Cambridge, 1975, págs. 124134. 

  2. Por ejemplo, el tema de la educación de los hijos, de si es posible cuidar de que no desmerezcan de sus padres, con ejemplos de algunos casos concretos; la advertencia, por parte de Sócrates, de que la educación supone un riesgo para el alma de los muchachos; las definiciones del «valor» y del «miedo», coincidentes en ambos diálogos (cf. Prot. 360d, 3584), y el destacar, en oposición a la audacia irreflexiva, el valor consciente y experto (cf. Prot. 350b). Platón volverá más tarde, con una teoría más desarrollada, sobre este tema de la andreía, el «valor», como areté. (En Rep. 430b y en Leyes 963c-e.) El Laques plantea por primera vez el problema de la unidad de las virtudes y su relación con una ciencia, con un saber, una epistgmé, que volverá a plantearse repetidamente en otras obras (p. ej., en el Protdgoras y en el libro IV de la República). 

  3. Destaquemos que no aparecen en este diálogo términos como eîdos, idéa o ousía, que poco a poco irán cobrando, en los textos platónicos posteriores, un sentido técnico. En 192b, Sócrates echa mano del vocablo dynamis para aludir a la «capacidad» o «poder» general del valor. 

  4. El Laques pertenece a los diálogos de tipo «mayéutico» -de acuerdo con el símil de Sócrates, en Teeteto 149a y sigs., de que la «mayéutica» espiritual del diálogo ayuda a que las almas de los interlocutores «den a luz» sus propias ideas.