SÓCRATES
Marchaba yo de la Academia derecho al Liceo1 por el camino que, pegado a ella, va por fuera de la muralla, cuando, al encontrarme junto a la poterna donde la fuente de Panope, me tropecé a Hipotales el de Jerónimo y a Ctesipo el Peanio y a otros jóvenes que con ellos estaban reunidos. Y viendo Hipotales que me acercaba, me dijo:
-¡Sócrates! ¿Adónde vas y de dónde vienes?
-De la Academia, le dije, y derecho al Liceo.
-Pues entonces, me dijo, derecho a nosotros. ¿O no te quieres desviar? De verdad que lo merece.
-¿Adónde dices?, le pregunté, y ¿quiénes sois vosotros?
-Aquí, me dijo mostrándome enfrente mismo del muro una especie de recinto, con la puerta abierta. Aquí pasamos nosotros el tiempo, dijo, en compañía de muchos otros jóvenes excelentes.
-¿Pero qué lugar es éste y en qué os entretenéis?
-Es una palestra2 construida hace poco, y nuestro entretenimiento consiste, principalmente, en toda clase de conversaciones en las que, por cierto, nos gustaría que participaras.
-Hacéis muy bien, les dije, y ¿quién enseña aquí?
-Tu compañero y admirador Miceo, me contestó.
-Pues, por Zeus, que no es malo el hombre, sino un maestro muy capaz.
-¿Quieres, pues, seguirnos -dijo- y ver así a los que están dentro?
-Primero me gustaría oír para qué es para lo que entro y quién es vuestro favorito.
-A unos les parece uno -dijo- y a otros otro, Sócrates.
-Pero a ti, Hipotales, ¿quién? Dímelo.
Tanto la Academia como el liceo indican dos distritos de Atenas en los que había gimnasios y lugares de reunión. Sobre todo el Liceo, situado fuera de las murallas al Nordeste de Atenas, era un santuario dedicado a Apolo en el que había instalaciones deportivas e, incluso, un teatro. Los sofistas ofrecían aquí sus enseñanzas. Friedlander (Platón, vol. II: Die platonischen Schritten, Berlín, 1957, págs. 85 sigs.) ha mostrado el carácter de este comienzo del diálogo. Sócrates va de gimnasio en gimnasio, pegado a la muralla para no distraerse entrando en la ciudad, o divagando por el campo (Fedro 230d), y así poder dedicarse a lo que realmente le interesa: el encuentro con los otros. ↩
El Dromos, lugar para las carreras, y la Palestra, especie de patio porticado donde tenían lugar toda clase de ejercicios físicos, constituían el Gymnasion. La palestra podía tener biblioteca y ser frecuentada también por sofistas, como este «pequeño» Micco, de quien nada sabemos, más que lo que el Lisis nos cuenta, y del que no se vuelve a hablar en el diálogo. ↩