-¡Mira entonces, Lisis, adónde hemos ido a parar! ¿Es que nos hemos extraviado totalmente?
-¿Cómo ha sido eso?, dijo.
-Alguna vez he oído a alguien que hablaba -y ahora me acabo de acordar- de que lo semejante es lo más enemigo de lo semejante, y lo mismo pasa con los buenos. Y se aducía el testimonio de Hesíodo, cuando decía:
«El alfarero se irrita con el alfarero y el recitador con el recitador // y el mendigo con el mendigo»1.
Y en todos los otros casos decía que ocurría lo mismo, y que resultaba necesario que los que más se asemejan entre sí están llenos de envidia, de rivalidad, de odio, pero que los que menos se parecen, de amistad 23. Porque el pobre está obligado a ser amigo del rico y el débil, del fuerte, por la ayuda que ello pueda prestarles, y el enfermo, del médico, y todo el que no sabe tiene que vincularse al que sabe y amarle.
Y continuamente así con su discurso, de una manera aún más grandilocuente, hablando de que carecía de todo fundamento el que lo semejante fuese amigo de lo semejante y de que, más bien, lo que ocurre es lo contrario, porque lo opuesto es lo más amigo de lo opuesto. En consecuencia, es esto, pero no lo semejante, lo que cada uno desea: lo seco a lo húmedo, lo frío a lo caliente, lo amargo a lo dulce, lo agudo a lo obtuso, lo vacío a lo lleno y lo lleno a lo vacío, y así todo lo demás, según el mismo sistema. Pues lo contrario es el alimento de su contrario; pero lo semejante no saca provecho de lo semejante. Y en verdad, compañero, que parecían muy ingeniosas estas cosas que decía. Porque lo cierto es que habló bien2.
-¿A vosotros, sin embargo -dije-, cómo os parece que habló?
-Muy bien, dijo Menéxeno, al menos en el momento de oírlo.
-¿Diremos, pues, que lo opuesto es lo más amigo de aquello que se le opone?
-Claro que sí.
–Bien, dije yo, y ¿no lo encuentras raro, Menéxeno? ¿Y no-saltarán rápidamente sobre nosotros esos varones sabelotodo, quieVo decir esos buscadores de contradicciones, que nos preguntarán si no es la amistad lo más opuesto a la enemistad?3. ¿Qué les responderemos? ¿O no estamos obligados a confesar que dicen verdad?
-Sí que lo estamos.
-Así pues, dirán, que lo que más quiere el amigo es lo enemigo, y viceversa.
-Ninguna de las dos cosas, dijo.
-¿Pero sí, lo justo a lo injusto, o lo moderado a lo intemperante, o lo bueno a lo malo?
-No me parece que sea éste el caso. Pero, en verdad, dije yo, si, por oponerse, algo es amigo de algo, necesariamente tendría que haber entremedias un vínculo de amistad.
-Por supuesto.
Así pues, ni lo semejante es amigo de lo semejante, ni lo opuesto a lo opuesto.
-No parece.
Hesíodo, Trabajos y días 25. ↩
La teoría de la atracción de los opuestos hace pensar en algunos fragmentos de Heráclito y en su intuición de los diversos componentes de la «armonía invisible». El pasaje está puesto en boca de un posible discípulo de Heráclito. ¿Tal vez Crátilo, el maestro de Platón? ↩
Parece clara la alusión a los procedimientos sofistas de los «discursos dobles» y las oposiciones de significado. ↩