-Pero examinemos todavía lo siguiente: si es que la amistad1 no se nos oculta aún más y, en realidad, no es nada de todo esto, sino que lo que ha llegado a ser amigo de lo bueno no es ni bueno ni malo.
-¿Qué quieres decir?, exclamó él.
-Por Zeus, dije, que no lo sé, sino que me encuentro como aturdido por lo descaminado del asunto, y me estoy temiendo que al final, conforme al viejo proverbio, lo bello sea lo amado. Al menos se parece a algo blando, liso, escurridizo. Por eso, tal vez, se nos escabulle tan fácilmente y se nos escapa, por estar hecho así. Insisto, pues, en que lo bueno es lo bello.
-¿No lo crees?
-Sí que lo creo.
-Y digo, además, como presintiéndolo, que lo amigo de lo bello y lo bueno no es ni bueno ni malo2. Voy a decirte en qué sentido lo presiento. Me parece como si hubiera algo así como tres géneros: primero, lo bueno, después, lo malo y, por último, lo que no es ni bueno ni malo. ¿Qué tal?
-Por mí, de acuerdo, dijo. .
-Y ni lo bueno es amigo de lo bueno; ni lo malo, de lo malo; ni lo bueno, de lo malo, si somos consecuentes con lo dicho anteriormente. Nos resta, pues -si es que algo es amigo de algo-, que lo que no es ni bueno ni malo sea amigo de lo bueno o de otra cosa parecida a él mismo. Porque lo que no puede ser es que algo sea amigo de lo malo.
-Es verdad.
-Pero, tampoco, lo semejante, de lo semejante, según hemos dicho. ¿No es cierto?
-Sí.
-Entonces, a lo que no es ni bueno ni malo no le es amiga una cosa que también sea así.
-No parece.
-Por tanto, sólo lo que no es ni bueno ni malo puede ser amigo de lo bueno.
-Necesariamente, según se ve.
Por la dificultad terminológica a que se hizo mención en la nota 17, la mayoría de los traductores ponen aquí un sustantivo. En realidad, el texto griego utiliza una forma adjetivada precedida de un artículo neutro tò philon, literalmente lo amigo. Efectivamente, lo que se oculta puede ser algo así como lo que caracteriza a la amistad, lo que la fundamenta, un paso hacia el prôton philon, que no aparece en el lenguaje. ↩
Esta idea de un tercer género, intermedio y neutral entre lo bueno lo malo, acentuará un tema característico de la teoría platónica del amor. De esta indiferencia brota, pues, la inclinación. ↩