-Entonces, muchachos, dije yo, ¿no iremos por buen camino con lo que acabo de decir? Si, según esto, quisiéramos fijarnos en el cuerpo sano, veríamos que no necesita de medicina ni de ayuda alguna, porque se basta así mismo, de forma que ningún sano será amigo de un médico por causa de la salud, ¿no es así?
Así es.
-Pero el enfermo, creo, lo será por su enfermedad.
-¿Cómo no?
-La enfermedad es, a buen seguro, un mal; sin embargo, la medicina es algo útil y bueno.
-Sí.
-Pero el cuerpo, en cuanto que es cuerpo, no es ni bueno ni malo1.
Así es.
-Forzosamente ocurrirá que el cuerpo, por la enfermedad, dependerá de la medicina y la amará en cierto sentido.
-Me parece que sí.
Así pues, lo que no es ni bueno ni malo será amigo de lo bueno por la presencia de lo malo2.
-Parece que sí.
-Pero es claro que esto ocurrirá antes de que llegue a ser malo por el mal que se le ha pegado; pues una vez que se volviese malo, no podría desear lo bueno y serle amigo, ya que es imposible, según hemos dicho, que lo malo sea amigo de lo bueno.
-Sí que lo es.
-Fijaos, entonces, en lo que digo y que es lo siguiente: digo que algunas cosas se vuelven como aquello que se les pega, pero otras no. Así si alguien quisiera pintar algo con un cierto color, ocurre que, de algún modo, lo que se pinta está en lo pintado.
-Sin duda.
-Pero, en este caso y por lo que se refiere al color, ¿es lo pintado como lo que está encima?
-No lo entiendo, dijo él.
-Claro que sí, dije yo. Si alguien te tiñese tus cabellos, que son rubios, con tintura blanca, ¿serían entonces blancos, o sólo lo parecerían?3.
-Sólo lo parecerían, dijo él.
Y, sin embargo, lo blanco estaría en ellos.
-Sí.
-Pero, a pesar de todo, no serían blancos, sino que, con independencia de lo blanco que tenían, no son ni blancos ni negros.
-Es verdad.
-Sin embargo, cuando la edad, oh amigo mío, les imponga ese mismo color, entonces serán realmente blancos y tal como estaban con el blanco teñido.
-¿Y cómo no?
-Entonces voy a hacerte la siguiente pregunta: ¿si a alguna cosa le sobreviene otra, lo que esa cosa es realmente será como lo que le sobreviene, o bien, dependerá de la manera concreta como le sobrevenga, si lo es o no lo es?
-Más bien así, dijo.
-Y lo que no es ni bueno ni malo, aunque a veces le sobrevenga lo malo, no es por ello malo, pero en algún caso puede hacerse tal.
-Por supuesto.
-Así pues, cuando todavía no es malo, a pesar del mal que le sobreviene, esta misma presencia4 le hace desear el bien. Pero, si lo hace malo, le quita al mismo tiempo el deseo de la amistad del bien. En este caso, ya no es algo que no es ni bueno ni malo, sino malo; y lo malo no es amigo de lo bueno.
-Seguro que no.
-Según esto, podemos, en consecuencia, decir que los que ya saben no quieren el saber, bien sean dioses, bien sean hombres; y que tampoco lo quieren los que están tan llenos de ignorancia que son malos, porque ningún malo o necio busca el saber5. Quedan, pues, aquellos que tienen este mal, la. ignorancia; pero, no por ello, son insensatos ni necios, sino que se dan cuenta de que no saben lo que no saben. Por consiguiente, sólo buscan el saber los que no son ni buenos ni malos; pues todos los que son malos no buscan el saber, ni tampoco los buenos. Porque, como hemos comentado en lo que antecede, ni lo opuesto es amigo de lo opuesto, ni lo semejante de lo semejante. ¿O no os acordáis?
-Claro que sí, dijeron.
-Ahora, pues, les dije, hemos encontrado, con toda seguridad, oh Lisis y Menéxeno, qué es lo amigo y qué no lo es. Ya que dijimos que tanto por lo que respecta al alma, como al cuerpo, lo que no es ni bueno ni malo, por la presencia de lo malo, tiende precisamente al bien.
Dijeron que estaban completamente de acuerdo y que así eran las cosas.
La teoría de la neutralidad se ejemplifica en la posible plenitud de la naturaleza. Lo bueno y lo malo son adjetivos, formas adicionales de cultura. La naturaleza se halla, pues, a igual distancia del bien que del mal. Sólo el hombre califica e inclina hacia un lado la original inocencia de la naturaleza. ↩
Efectivamente, lo malo, opuesto a lo bueno, no puede ser amado, ni lo bueno que es autosuficiente puede amar lo que ya tiene; pero lo que no es ni bueno ni malo puede amar lo bueno porque le falta. Por consiguiente, es por la presencia -parousía-de algo malo, que le impide ser bueno, sin malearlo plenamente, por lo que eso intermedio, mezclado y neutral, busca el bien. ↩
Platón expresa, con este ejemplo, una aguda distinción lógica entre propiedad y accidente que, después, en Aristóteles (Tópicos 101b 17-25) alcanzará más completo desarrollo. ↩
En todo este pasaje, desde 217b, se repite el término parousía como sustantivo o en diversas formas verbales. Esto ha hecho suponer aquí el núcleo originario de las relaciones entre las ideas y los individuos. (Cf., p. ej., K. STEINHART Platons Sämtliche Werke, vol. I, Leipzig, 1850, pág. 267, número 28.) GUTHRIE, A History of Greek Philosophy, vol. IV, pág. 151, piensa, por el contrario, que no hay aquí un uso terminológico como tampoco lo hay en otros diálogos, p. ej., Gorgias (497e), República (437e), Cármides (158e). ↩
El ejemplo del filósofo como intermedio entre el saber y la ignorancia es característico de Platon (Banquete 203e; Fedro 278d). ↩