Menon:71e-73c – Maneira de definir a virtude

MEN. — No hay dificultad en ello, Sócrates. En primer lugar, si quieres la virtud del hombre, es fácil decir que ésta consiste en ser capaz de manejar los asuntos del Estado1, y manejándolos, hacer bien por un lado a los amigos, y mal, por el otro, a los enemigos2, cuidándose uno mismo de que no le suceda nada de esto último. Si quieres, en cambio, la virtud de la mujer, no es difícil responder que es necesario que ésta administre bien la casa, conservando lo que está en su interior y siendo obediente al marido. Y otra ha de ser la virtud del niño, se trate de varón o mujer, y otra la del anciano, libre o esclavo, según prefieras. Y hay otras muchas virtudes, de manera que no existe problema en [72a] decir qué es la virtud. En efecto, según cada una de nuestras ocupaciones y edades, en relación con cada una de nuestras funciones, se presenta a nosotros la virtud, de la misma manera que creo, Sócrates, se presenta también el vicio.

SÓC. — Parece que he tenido mucha suerte, Menón, pues buscando una sola virtud he hallado que tienes todo un enjambre de virtudes en ti para ofrecer. Y, a propósito de esta imagen del enjambre, Menón, si al b preguntarte yo qué es una abeja, cuál es su naturaleza3, me dijeras que son muchas y. de todo tipo, qué me contestarías si yo continuara preguntándote: «¿Afirmas acaso que es por ser abejas por lo que son muchas, de todo tipo y diferentes entre sí? ¿O bien, en nada difieren por eso, sino por alguna otra cosa, como la belleza, el tamaño o algo por el estilo?» Dime, ¿qué contestarías si te preguntara así?

MEN. — Esto contestaría: que en nada difieren una de la otra, en tanto que abejas.

SÓC. —Y si después de eso te preguntara: «Dime, Menón, aquello precisamente en lo que en nada difieren, por lo que son todas iguales, ¿qué afirmas que es?» ¿Me podrías decir algo?

MEN. — Podría.

c SÓC. — Pues lo mismo sucede con las virtudes. Aunque sean muchas y de todo tipo, todas tienen una única y misma forma4, por obra de la cual son virtudes y es hacia ella hacia donde ha de dirigir con atención su mirada quien responda a la pregunta y muestre, efectivamente, en qué consiste la virtud. ¿O no comprendes lo que digo?

MEN. — Me parece que comprendo; pero, sin embargo, todavía no me he dado cuenta, como quisiera, de lo que me preguntas.

SÓC. — ¿Te parece que es así, Menón, sólo a propósito de la virtud, que una es la del hombre, otra la que se da en la mujer, y análogamente en los otros casos, o también te parece lo mismo a propósito de la salud, el tamaño y la fuerza? ¿Te parece que una es la salud del hombre, y otra la de la mujer? ¿O no se trata, en todos los casos, de la misma forma, siempre que sea la salud, tanto se encuentre en el hombre como en cualquier otra persona? e

MEN. — Me parece que es la misma salud, tanto la del hombre como la de la mujer.

SÓC. —¿Entonces también el tamaño y la fuerza? Si una mujer es fuerte, ¿será por la forma misma, es decir por la fuerza misma por lo que resultará fuerte? Y por «misma» entiendo esto: la fuerza, en cuanto fuerza, no difiere en nada por el hecho de encontrarse en un hombre o en una mujer. ¿O te parece que difiere en algo?

MEN. —Me parece que no.

73a SÓC. — ¿Y la virtud, con respecto al ser virtud, diferirá en algo por encontrarse en un niño, en un anciano, en una mujer o en un hombre?

MEN. — A mí me parece, en cierto modo, Sócrates, que esto ya no es semejante a los casos anteriores.

SÓC. — ¿Por qué? ¿No decías que la virtud del hombre consiste en administrar bien el Estado, y la de la mujer, la casa?

MEN. — Sí.

SÓC. — ¿Y es posible administrar bien el Estado, la casa o lo que fuere, no haciéndolo sensata y justamente?

MEN. — En absoluto.

SÓC. — Y si administran justa y sensatamente, ¿administran por medio de la justicia y de la sensatez?

MEN. — Necesariamente.

SÓC. — Ambos, en consecuencia, tanto la mujer como el varón, necesitarán de las mismas cosas, de la justicia y de la sensatez, si pretenden ser buenos.

MEN. —Así parece.

SÓC. — ¿Y el niño y el anciano? ¿Podrían, acaso, llegar a ser buenos, siendo insensatos e injustos?

MEN. — En absoluto.

SÓC. — ¿Y siendo sensatos y justos?

MEN. — Sí.

SÓC. — Luego todos los hombres son buenos del mismo modo, puesto que llegan a serlo poseyendo las mismas cosas.

MEN. — Parece.

SÓC. — Y, desde luego, no serían buenos del mismo modo si, en efecto, no fuera una misma la virtud.

MEN. — Desde luego que no.

SÓC. — Entonces, puesto que la virtud es la misma en todos, trata de decir y de recordar qué afirmaba Gorgias que es, y tú con él.

PLATÓN. Diálogos II: Gorgias, Menéxeno, Eutidemo, Menón, Crátilo. Tradução: Tradução: J.C. Ruiz et al. Madrid: Gredos, 2016.

  1. Cf. Protágoras 318e-319a. 

  2. Cf. República 334b. 

  3. La palabra griega es ousia y expresa aquí el mismo concepto que el que responde al qué es (cf. n. 5). No supone todavía el término, en estos diálogos de transición, el significado más fuerte de esencia trascendente, sino sólo remite a aquello común, idéntico o permanente que poseen, en este caso, todas las abejas, no obstante diferir en tamaño, belleza, etc. Cf. Protágoras 349b. 

  4. La palabra griega es eidos y vale de ella lo que se acaba de decir sobre ousia