Menon:96d-98a – Sabedoria e opinião

SÓC. — Temo, Menón, que tú y yo seamos unas pobres criaturas, y que no te haya educado satisfactoriamente a ti Gorgias, ni a mí Pródico1. Así que más que de cualquier otra cosa, tenemos que ocuparnos de nosotros mismos y buscar a aquel que, de una manera u otra, nos haga mejores. Digo esto teniendo la vista puesta en la indagación reciente, ya que es ridículo cómo no advertimos que no es sólo con la guía del conocimiento con lo que los hombres realizan sus acciones correctamente y bien; y ésta es, sin duda, la vía por la que se nos ha escapado el saber de qué manera se forman los hombres de bien.

MEN. — ¿Qué quienes decir, Sócrates?

SÓC. — Esto: habíamos admitido correctamente que los hombres de bien deben ser útiles y que no podría ser de otra manera, ¿no es así?

MEN. — Si.

SÓC. — Pero, que no sea posible guiar correctamente, si no se es sabio, esto parece que no hemos acertado al admitirlo.

MEN. — ¿Cómo dices?

SÓC. — Te explicaré. Si alguien sabe el camino que conduce a Larisa o a cualquier otro lugar que tú quieras y lo recorre guiando a otros, ¿no los guiará correctamente y bien?

MEN. — Por supuesto.

SÓC. — Y si alguien opinase correctamente acerca de cuál es el camino, no habiéndolo recorrido ni conociéndolo, ¿no guiaría también éste correctamente?

MEN. — Por supuesto.

SÓC. — Pero mientras tenga una opinión verdadera acerca de las cosas de las que el otro posee conocimiento, ¿no será un guía peor, opinando sobre la verdad y no conociéndola, que él que la conoce?

MEN. — No, ciertamente.

SÓC. — Por lo tanto, la opinión verdadera, en relación con la rectitud del obrar, no será peor guía que el discernimiento; y es esto, precisamente, lo que antes omitíamos al investigar acerca de cómo era la virtud, cuando afirmábamos que solamente el discernimiento guiaba correctamente el obrar. En efecto, también puede hacerlo una opinión que es verdadera.

MEN. —Parece.

SÓC. — En consecuencia, no es menos útil la recta opinión que la ciencia.

MEN. — Excepto que, Sócrates, el que tiene el conocimiento acertará siempre, mientras que quien tiene recta opinión algunas veces lo logrará, otras, no.

SÓC. — ¿Cómo dices? El que tiene una recta opinión, ¿no tendría que acertar siempre, por lo menos mientras opine rectamente?

MEN. — Me parece necesario. De modo que me asombro, Sócrates, siendo así la cosa, de por qué el conocimiento ha de ser mucho más preciado que la recta opinión y con respecto a qué difiere el uno de la otra.

SÓC. — ¿Sabes con respecto a qué te asombras, o te lo digo yo?

MEN. — Dímelo, por favor.

SÓC. — Porque no has prestado atención a las estatuas de Dédalo2; tal vez no las hay entre vosotros.

MEN. — ¿Por qué motivo dices eso?

SÓC. — Porque también ellas, si no están sujetas, huyen y andan vagabundeando, mientras que si lo están, permanecen.

EN. — ¿Y entonces, qué?

SÓC. — Poseer una de sus obras que no esté sujeta no es cosa digna de gran valor; es como poseer un esclavo vagabundo que no se queda quieto. Sujeta, en cambio, es de mucho valor. Son, en efecto, bellas obras. Pero, ¿por qué motivo digo estas cosas? A propósito, es cierto, de las opiniones verdaderas. Porque, en efecto, también las opiniones verdaderas, mientras permanecen quietas, son cosas bellas y realizan todo el bien posible; pero no quieren permanecer mucho tiempo y escapan del alma del hombre, de manera que no valen mucho hasta que uno no las sujeta con una discriminación de la causa3). Y ésta es, amigo Menón, la reminiscencia, como convinimos antes4. Una vez que están sujetas, se convierten, en primer lugar, en fragmentos de conocimientos y, en segundo lugar, se hacen estables. Por eso, precisamente, el conocimiento es de mayor valor que la recta opinión y, además, difiere aquél de ésta por su vínculo.

MEN. — ¡Por Zeus, Sócrates, que algo de eso parece!


  1. Véanse n. 36 al Eutidemo y n. 58 al Protágoras 

  2. Se decía que las estatuas de Dédalo, con los ojos abiertos, los brazos extendidos y las piernas separadas, en actitud de caminar, producían la impresión vital del movimiento y de la visión. (Cf. DIODORO, IV 76, y el escoliasta de este pasaje del Menón.) A ellas también se refiere PLATÓN en Eutifrón (11b-c y 15b), en Ión (533a-b) y en Hipias Mayor (282a). 

  3. Es decir, más técnicamente, «secuencia causal», « razonamiento fundado en la causalidad» o «consideración del fundamento» (RUIZ DE ELVIRA, Platón. Menón 

  4. Cf. 85c9-d1. 

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