SÓC. – Ahí tienes, Menéxeno, el discurso de Aspasia de Mileto.
MEN. – Por Zeus, Sócrates, dichosa es, según dices, Aspasia si es capaz, siendo mujer, de componer semejantes discursos.
SÓC. – Bien, si no me crees, acompáñame y la oirás hablar en persona.
MEN. – Muchas veces, Sócrates, me he encontrado con Aspasia y sé lo que vale.
SÓC. -¿Cómo? ¿No la admiras y no le agradeces hoy su discurso?
MEN. – Muy agradecido le quedo, Sócrates, por este discurso a ella o a quien te lo ha contado, quienquiera que sea. Y, además, le quedo muy agradecido al que lo ha pronunciado.
SÓC. -Está bien. Pero no me delates, si quieres que alguna otra vez también te dé a conocer muchos y hermosos discursos políticos de ella1.
MEN. – Ten confianza, no te delataré. Tú sólo comunícamelos.
SÓC. -Así será.
Alusión a los discursos de carácter público (cf. CLAVAUD, Le «Ménexéneu…, págs. 88 y sigs.), entre los que se incluyen las oraciones fúnebres, aunque no parece que aquí el contexto se refiera exclusivamente a estas últimas. Cf. la Introducción, n. 12, y n. 24 del texto. ↩