– Bien –repuse–; puesto que parece que este punto te resulta enojoso, dejémoslo a un lado y examinemos este otro de tu discurso: ¿Hay algo a lo que llamas insensatez?
– Sí.
– ¿A esta cosa no es totalmente opuesta la sabiduría?
– Así me parece –respondió.
– Cuando los hombres actúan correcta y provechosamente. ¿te parece que, al actuar así, son sensatos o lo contrario?
– Que son sensatos –respondió.
– ¿Y no es cierto que son sensatos por la sensatez?
– Necesariamente.
– ¿Y no es cierto que quienes no actúan correctamente actúan insensatamente y no son sensatos, al actuar así?
– Así me parece, –respondió.
– El actuar insensatamente ¿no es lo contrario del actuar sensatamente?
– Sí.
– ¿No es cierto que las cosas hechas insensatamente se hacen por insensatez y las hechas sensatamente, por sensatez?
– De acuerdo.
– ¿No es cierto que si algo se hace con fuerza se hace fuertemente y si con debilidad, débilmente?
– Por supuesto.
– ¿Y si con rapidez, rápidamente, y si con lentitud, lentamente?
– Sí.
– Y si se hace algo de la misma manera, ¿no es cierto que es hecho por lo mismo, mientras que, si de manera contraria, por lo contrario?
– Sin duda.
– Veamos –dije–: ¿Existe algo bello?
– Efectivamente.
– ¿Existe algo, contrario a esto, excepto lo feo?
– No.
– Y bien, ¿existe algo bueno?
– Existe.
– ¿Existe algo, contrario a esto, excepto lo malo?
– No existe.
– Y bien, ¿existe algo agudo en la voz?
– Sí.
– ¿No existe alguna otra cosa, contraria a esto, excepto lo grave?
– No.
– ¿No es cierto –repuse– que cada uno de los contrarios tiene un solo contrario y no muchos?
Conviene en ello.
– Vamos, pues –repuse–. Recapitulemos los puntos en que hemos convenido: ¿Hemos convenido en que cada cosa tiene un solo contrario y no más?
– Lo hemos convenido.
– ¿Y en que lo hecho de forma contraria es hecho por contrarios?
– Sí.
– ¿Hemos convenido en que quien actúa insensatamente actúa contrariamente a quien actúa sensatamente?
– Sí .
– ¿Y en que lo hecho sensatamente es hecho por sensatez, mientras que lo insensatamente, por la insensatez?
– Efectivamente.
– ¿Y en que si se hace de forma contraria es hecho por lo contrario?
– Sí.
– ¿Y en que lo uno es hecho por la sensatez, en tanto que lo otro, por la insensatez?
– Sí.
– ¿Y de forma contraria?
– Sin duda.
– ¿Y por los que son contrarios?
– Sí.
– ¿Y en que la insensatez es lo contrario de la sensatez?
– Evidentemente.
– ¿Recuerdas que antes convinimos en que la insensatez era lo contrario de la sabiduría?
– Ciertamente.
– ¿Que cada cosa tenía un solo contrario?
– También.
– Entonces, Protágoras, ¿cuál de las dos proposiciones rechazamos? ¿Aquélla de que cada cosa tiene un solo contrario o aquélla en la que se decía que la sabiduría es otra cosa que la sensatez, siendo cada una de ellas una parte de la virtud, y que no sólo son ambas diferentes sino también desemejantes, por sí mismas y por sus facultades, como las partes del rostro? ¿Cuál de las dos rechazamos? Pues no suenan de manera muy armoniosa las dos a la vez, ya que ni concuerdan ni se ajustan entre sí. ¿Y cómo van a concordar si, por una parte, es necesario que cada cosa tenga un solo contrario y no más, y, por otra, la insensatez, que es una, parece tener, a la vez, como contrarios la sabiduría y la sensatez? ¿Es así o no, Protágoras?
Convino en ello, aunque de bastante mala gana.